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miércoles, 17 de agosto de 2016

"EL DIBUJO" (17º parte) de Adriana Gutiérrez






"Madre -pregunta Moreno- ¿alguna vez le habló del caso que nos trae aquí?"
"Hace años me contó del gordito del pesebre, "es malo, Madre -me dijo- pura maldad, yo no podía estar cerca suyo, cada dos o tres meses tenía recaídas por culpa de él, hasta que un día me enfermé tanto que me internaron en una casa de reposo; yo puedo soportar el dolor intenso de la gente, sus tristezas, porque estando al lado de alguien que sufre, yo sirvo, lo ayudo, pero con la maldad no puedo y eso me aniquila"; también me dijo que ese chico al cabo de los años se convertiría en delincuente y hasta es posible que cometa un crimen, dijo que todos estaban equivocados con él, que les hizo pensar una cosa, cuando en
realidad es otra".
Agradecieron a la Madre y salieron. Con el auto parado abrieron el rollito que les diera Sor Inés; era otro dibujo de Marita.
"Indudablemente para ella debe ser pan comido espresarse por medio de símbolos -dijo Moreno- ¿qué significa ésto? ¡es un simple triángulo!"
"Significa lo que le dijo a la Madre Superiora -dice Miguel- nos hizo pensar en "una", cuando en realidad es "otra"; se refiere a las chicas: no estaba enamorado de Marita sino de Clara.
El triángulo clásico: una pareja y uno más; con Marita sería el otro triángulo: él enamorado de ella y ella de mí".
"¡Pero yo nunca me di cuenta!" -dijo Clara.
"Por supuesto -dijo Moreno- jamás lo dejó ver, y hasta fingió interés en otra para vengarse algún día.
Bueno, me voy a la jefatura a ver si hay noticias del loco -y, dirigiéndose a Clara- la llevaré primero a usted, señora".
"No es necesario -dijo ella- recuerdo que Marita siempre estaba junto a nosotros; no debe haber ninguna mala intención en Miguel. Vuelvo a mi casa".


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Adolfo se sentía consternado ¡qué estúpido había
sido al dejarse sorprender así por la pregunta de
Miguel! Después de todo, él tenía tanto derecho a
preguntar como el mismo Adolfo por la familia de un
antiguo compañero.
Pero...¿por qué la nombraría a Marita?
¡Qué extraño! ¿Sabría algo? ¿Sospecharía?
Distraído llegó hasta su casa y ahí se dio cuenta de
que tenía en sus manos el manuscrito ¡qué fastidio!,
pero no podía volver a la editorial, así que entró y se
sentó a pensar.
Un rato después rompe el sobre, saca el cuento, aparta
las últimas hojas y decide que fue una suerte que se lo
trajera, ya que es necesario cambiarle el final.

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