El ambiente de camaradería se reanudó mientras apilábamos nuestros petates junto a la puerta de la dirección en espera de que vinieran de la estancia a recogernos. Nos fuimos a vagar por el jardín y contemplamos por última vez el generoso edificio que fue nuestro hogar durante 13, 14 y hasta 15 años, nos pareció que las gruesas paredes rosadas del antiguo monasterio murmuraban para nosotros palabras de adiós y de aliento, y las transparentes cortinas de sus ventanas eran pañuelos agitados al viento para saludarnos; las ramas del viejo sauce, lágrimas vertidas por nuestra partida y en cada árbol, en cada piedra, en cada pececito de la fuente, creíamos ver una mano amiga que se extendía para retenernos. Llegamos hasta la enramada y nos sentamos a su sombra, era nuestro lugar predilecto, allí no llegaba el alegre bullicio de los niños pequeños y podíamos hablar sin que los adultos nos oyeran. Pancho y Val (Francisco y Valeria), se tomaron de las manos, estaban comprometidos desde que tenían 11 años y pensaban casarse este verano; Max y Maruja (Maximiliano y María Eugenia), se amaban pero no lo sabían, y Diego y yo solo nos queríamos como hermanos (y nada menos), lo que era una suerte dado que él seguiría por otro camino. Nos miramos y de pronto nos dimos cuenta de que estábamos tristes, Val, que siempre empezaba a gimotear primero, dijo: "me parece que voy a llorar.." ella tenía el cabello rubio, los ojos azules y la piel transparente, era frágil y delicada y por eso siempre la protegíamos todos; Pancho la abrazó y le dijo: "Valerita mía, eso te debería ocurrir si te separaras de mi, no de este viejo caserón; Pancho era el más alto del grupo, tenía el cabello negro y rizado, los ojos como el azabache y la tez color canela, formaba con Val la pareja más hermosa que he visto en mi vida y era un regalo para los ojos verlos correr por el campo tomados de la mano. Maruja y Max estaban sentados muy juntos, no se tomaban de las manos por timidez, Maruja dijo, tratando de aparenta indiferencia ya que siempre le costó mucho expresar su cariño: "miren... yo... -recogió un palito- no creo que sea para tanto.." Era la más baja de las tres, tenía unos ojos grises muy expresivos, el pelo negro, kargo y lacio, era su orgullo y jamás permitió, ni aún siendo muy pequeña, que nadie se lo peinara o recogiera en una cinta; Max le contestó: "no será para tanto pero a mi me duele dejar esta casa, es para siempre ¿no? |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario