A los 38 años y después de escribir tantos cuentos tomando de personajes a los primos y vecinos, había decidido crear fantasía, "a ver cómo me va en ese mundo" -me dije. Pero también estaba encaprichado con una palabra que no lograba ubicar en un relato fantástico: "fundamentalista"; mi vieja terquedad me decía que ya encontraría el contexto. En eso llego a mi casa y veo a mi tía abuela, una vieja agria y horrible que al morir su hermana (mi abuela), venía todos los días a llevarse "lo que me pertenece por herencia". Cuando empezaron a desaparecer cosas, yo junté todo lo pequeño y lo llevé a casa de mis padres, así sus visitas cesaron por un tiempo y cuando se reanudaron yo había cambiado las cerraduras y no le abría. Hoy me mudé y ella aprovechó el portón abierto para colarse detrás del auto. Arrastrando los pies va detrás mío llamándome: "¡Jaime, Jaime, solo quiero un recuerdo de mi hermana!" "Ya te llevaste varios -le contesto- que por cierto eran cosas que le regaló mi abuelo". "Sí, pero ella me las prometió...y" "¡Ella no te prometió nada, en tres años no la visitaste ni una sola vez, y ahora venís a robar!" "Es que... no podía verla enferma". "¡Mentira, no te importaba!" "No... Jaimito". "¡Esta casa la hicieron mis abuelos y me la regalaron en vida, acá no hay nada para vos!" Un recuerdo es lo único que quiero, Jaime..." "Si venís de nuevo voy a ir a tu casa, esa que era de mi abuela también y que vos le quitaste y ahora es una ruina y la voy a terminar de destruir!" Y diciendo ésto agarro a la vieja bruja de un brazo, la llevo hasta la vereda y cierro el portón, respiro hondo y emprendo el camino hacia el fondo. De pronto, una piedra cae a mi lado y oigo la voz cascada de la vieja que me grita: "¡Fundamentalista!" |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario