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lunes, 15 de agosto de 2016

"LOS VIEJOS LUGARES" - de Adriana Gutiérrez




Cada vez que voy a los lugares que viven en mis
recuerdos, no sé por qué, busco siempre ese bolso
raído y deformado como si necesitara de su
presencia; ahora que lo pienso, nunca desempaco
cuando voy allá y siempre dejo el bolso a la vista.
Claro que a esos viajes, como son a mi pasado, los
dominan las sensaciones: así como de repente tengo
ganas de ir, de pronto una mirada, el olor de una
comida o la simple nostalgia me hacen regresar
al abrigo del presente, donde todo lo que tengo está
al alcance de mis manos, de mis sentidos.
Mi hijo, el mayor, quiso la tierra detrás de la casa
para un campo de golf, se do dí; solo 9 hoyos pero
hizo un lindo club con spa y le iba bien.
La casa con el parque fue entonces para mi hija.
Ella no quería vivir en el campo y yo terminé
yéndome a vivir con ella cuando se casó.
Mi nuera me venía a buscar los fines de semana, me
llevaba al spa y al club, yo aceptaba para estar
con mis nietos y porque desde la galería veía
mi casa.
Mi yerno tenía un hotel que estaba siempre
lleno, pero él soñaba con el parque de la casona
(ahora de mi hija) repleto de turistas ricos.
Una vez me llevó para mostrarme los planos
y convencerme de que no cambiaría nada sino
que haría una restauración que, según él, era
urgente.
Yo me imaginaba su sueño y veía desaparecer
mis recuerdos, por eso dejé por un tiempo de
hacer mi viaje al pasado y así evitar la
mescolanza entre su sueño y el mío.



Pasaron los años, mis nietos crecieron, la mayor
se recibió de... algo, y festejó la misma noche
su título y su compromiso.
La fiesta fue divertida, los jóvenes bailaban y reían.
Yo veo a mi derecha la mesa de los postres y
las bombas de crema, mi debilidad, como una
y después otra; me sentí mal.
Me desperté rodeada de médicos, "me voy a mi
casa" -les dije, me levanto y salgo, los años
pesan, no puedo caminar rápido, pero luego me
siento liviana, más ágil, en la puerta miro para
ubicarme, sigo a una ambulancia y llego a la
ruta, apuro mis pasos cada vez más, hasta que
veo la gran avenida bordeada de álamos que
me saludan con la brisa primaveral.
Sigo hasta mi casa y busco la cocina, entro
corriendo, corriendo como siempre, contenta
porque mi mamá está haciendo bombas de crema.






- F I N -

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