En el auto, el detective dice: "lo tenemos, de todas las personas que están en las notas de ustedes nos dieron, ésta es la más, ¡es la única! que reúne las condiciones... a propósito ¡qué pocas personas conocen ustedes! me refiero a que son casi las mismas, exceptuando los compañeros de trabajo de uno y otro... eh... perdón, yo voy a la casa de salud ¿quieren que los deje en alguna parte?" Los padre de Clara se bajaron en una parada y el matrimonio jóven siguió con el detective, que no veía inconveniente en que lo acompañaran, pero les advirtió que debían guardar silencio y controlar las emociones ante la muchacha: "recuerden que estaba enamorada de Miguel". El auto siguió cruzando calles adoquinadas rumbo al sanatorio en el que 12 años atrás ingresaba María Avila, desquiciada por un amor juvenil. La casa de salud era un edificio antiguo, señorial, hermoso y blanco, rodeado de parques y jardines; una bella residencia para mujeres que extraviaron el camino, o que lo perdieron a propósito, tal vez porque no les gustaba el final del mismo. Ellas estaban en completa libertad y la mayoría pasaba los fines de semana en su casa. La directora, con aspecto de secretaria ejecutiva los recibió en un despacho alegre y lleno de sol; les explicó que la casa no era un manicomio ni tampoco una clínica psiquiátrica, sino un simple refugio para mujeres que no soportaban la vida de allá afuera; dijo que su secretaria era una de las internas y la que les trajo el café también, "y si yo tuviera que elegir entre el loquero que es mi casa y ésto -dijo- me quedo aquí; Marita nunca fue "clienta" mía, era demasiado para este lugar y estuvo aquí muy poco tiempo, unos tres meses. Parecía estar viendo visiones siempre, con los ojos muy abiertos y murmurando cosas inentendibles, andaba entre las otras como si fuera una vírgen, tal su aspecto. Velaba a las enfermas, consolaba a las tristes, adivinaba las buenas y malas intenciones, y si algo desaparecía (porque hasta eso es normal aquí), iba derecho al escondite y señalaba a la culpable con una mrada tan dolida que era imposible negarse a confesar. El expediente de ella es muy pequeño (si lo quieren ver), pero les puedo resumir que sospechábamos un crecimiento acelerado como el de los genios musicales, los test de maduración lo confirmaron, estaba muy por encima de los 12 años. El psiquiatra insistió mucho en hacerle test vocacionales, convencido de que sería una artista magistral o una exelente profesional en alguna cosa; para él era una especie de sabia bloqueada. Pero ella solo se ocupaba de rondar por aquí como vigilante celestial, cuidando a las otras como una beata... por eso me sorprende tanto el enamoramiento que le atribuyen". "Bueno -dijo el detective- de acuerdo al dibujo que ella hizo (se lo dio), y a lo que usted nos cuenta, debe haber sido mal interpretado". "Esto -dijo la directora- puedo decirles con toda seguridad que es un aviso destinado a este momento, Marita sabía de la costumbre de su maestra de guardar todo y les dejó una pista". "Así lo creo -dijo el detective- empiezo a ver... ¡claro! a los 12 años fue que Jesús reveló su identidad ¿verdad?, y 12 años han pasado desde este dibujo, y aquí el gordito está identificado en el bebé con lentes ¡y sin aureola!" !"¡Qué extraño -dijo la directora- usar imágenes religiosas para dejar un mensaje tan realista!" "Como todas ellas -dijo el detective- empiezo a sentir admiración por esta chica ¡debería trabajar para nosotros!"
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