"Así es, señor -dice la Madre- ella es laica pero vive con nosotras; las novicias tienen en María el mejor ejemplo que se les pueda dar". "¿Volvió?" -pregunta Moreno. "Sí -dice la Madre ¿quiere hablar con ella?" "No, Madre, pero mandaré una agente para que la vigile, que se disfrace de monja, usted diga que es su sobrina, no lo creerá pero nos dará tiempo". "¡Pero Dios santo! ¿Qué pasa?" -pregunta la Madre. Moreno, a su vez, pregunta; "dígame, Madre ¿cuáles fueron los sucesos del mundo que ella vio en la pared?" "Pues... cosas horribles, tristes, cosas que les ocurren a los que no aman a Dios... ¿por qué?" El psicólogo pidió: "cuénteme uno, Madre, por favor" "Bueno -dice la Madre- son siempre los mismos sucesos sórdidos entre gente pecadora, crímenes pasionales, muertes de mujeres de mala vida, homosexuales..." "¿drogadictos? -interrumpe Moreno- ¿ladrones? ¿asesinos? ¿estafadores, tal vez? ¿o solo relacionados con el sexo?" La Madre Superiora estaba atónita. "¿Alguna vez -sigue Moreno- supieron ustedes si esas visiones se cumplían allá afuera, en el mundo pecador? Contésteme, por favor. Con los ojos llenos de lágrimas, la Madre dijo: "yo no creía mucho en sus visiones, pensé que ella las veía en la televisión cuando iba a su casa, cada tres meses; sí, después me enteraba por los diarios que habían ocurrido". "¿Tal como ella las contaba, Madre?" "¡Dios mío...! Sí, señor, exactamente igual". "¿Y solo tenía visiones (o usted sabía de ellas) cada tres meses?" "Reconozco que debí prestar más atención a eso -dice la Madre- en fin... yo... al principio cuando era pequeña, durante los primeros años, sus visiones se limitaban al monasterio, pero cuando comenzó a salir sola fue que incluyó los hechos de afuera.. ¡pero no eran muertes!.. después, después empezó a ver cosas cada vez peores..., dígame la verdad, señor Moreno ¿Usted cree que María está en peligro por haber presenciado algo?" El policía no deseaba contestar eso todavía, en su lugar, preguntó: "¿ella duerme en una celda?" "Claro -dice la Madre- como todas". "¿Tiene la llave, Madre?" -pregunta Moreno. "Por supuesto... pero no..." -dice la Madre. "Es para que la tenga a mano -dice Moreno- bien, la siguiente pregunta es sumamente embarazosa, Madre, pero le ruego que me perdone y la conteste: ¿existe en este momento, aquí, alguien suceptible de ser víctima de un enfermo que odia las relaciones sexuales?" La Madre, cuya dolida expresión les decía que había comprendido, entre sollozos, contestó: "no estoy al tanto de sus relaciones amorosas antes de entrar aquí, pero algunas veces alguna chica renuncia, y es justamente por estar enamorada y... ¡oh no, no, Dios mío, no!"Moreno corrió a buscar una canilla, al fin da con la cocina y trae agua; ella toma un sorbo; más calmada pero deshecha, dice: "hace dos años vino una chica para hacer el noviciado, nosotras no queríamos porque sabíamos que no tenía vocación, el novio la había dejado y la pobre creyó que éste era su destino. Un día María entra luego de su visita trimestral a su casa y la vió hablando en la vereda con el muchacho, él quería volver con ella y ella no sabía qué hacer. Finalmente renunció al convento al comprender que lo quería a pesar de todo. María se ofreció para acompañarla hasta su casa y lo hizo, pero dijo que en el camino apareció el novio y la chica se fue con él. Al.. al otro día apareció muerta.." "¿Y el muchacho?" -pregunta Moreno. "No tenía coartada -dice la Madre con voz temblorosa- está preso".
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