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domingo, 29 de noviembre de 2015

LA OTRA



      No le costó mucho descubrir el edificio donde tenían su nidito de amor. Desde cuadra y media los veía salir, uno después de la otra con escasos minutos de diferencia y subir a sus respectivos coches. Hacía tres semanas que se torturaba sistemáticamente, espiando todos sus movimientos. 
      Supo que la otra iba a una peluquería del centro todos los jueves a las dos, y pidió turno para el mismo día y hora. Sentada a su lado, por el espejo la observaba. Era mona, muy joven y para su desgracia, hubo de reconocer que bastante agradable.
      Conversando con las cabezas llenas de pinzas se enteró que tenía 23 años y se llamaba Patricia, que pronto se recibiría de arquitecta y estaba muy enamorada, "sí -pensó ella- ¡de mi marido!"
      "Me recibo en agosto y me caso en septiembre", le dijo un día la otra. Ella sintió que su odio le hablaba más fuerte que nunca, y esta vez, escuchó sus consejos. Se pasaba horas buscando la manera de matar a la otra, pero solo se le ocurrían diferentes maneras de matarlo a él.
      Hoy, 9 de septiembre, ya lo tenía todo dispuesto; el accidente sería a las 8, cuando él entrara a la casa y con su vieja rutina, encendiera el velador listo para electrocutarlo.
      Ella ya estaba de duelo desde hacía tiempo, se sentía en paz y viuda a más no poder. Repasando las cosas que había hecho se felicitaba de su brillante tarea. Fue genial ir a conocer a la otra y verla tan de cerca para alimentar su odio.
      Jamás terminaría de sentirse orgullosa de su estrategia ¡cómo la había sonsacado! ¡si hasta sabía que la boda (falsa claro), sería al día siguiente! Lástima -pensó- que no le pregunté el nombre de su amorcito, me hubiera gustado oir como lo pronunciaba.
      Y qué suerte que me contuve de averiguar la edad del tipo, seguramente sentiría vergüenza de que fuera tan mayor. Pero sí me dijo que era arquitecto como ella y que la ayudaba a estudiar ¡la muy cretina! la "ayudaba" en todo, seguro.
      Recuerdo que se puso colorada cuando me contó que se conocieron en la facultad ¡eso me lo confirmó! donde mi marido dicta clases de arquitectura ¡el desvergonzado! ¡meterse con una chiquilina que podría ser su hija! En fin -se dijo- mañana será otro día.
      La noticia del suicidio del arquitecto salió en todos los diarios; la boda de Patricia con su novio de 28, en uno solo. Ella la leyó mil veces antes de comprender.
      Con suma lentitud salió de su casa, subió a su coche y, sin saber cómo, llegó, por primera vez, ante el edificio del nidito de amor. Se bajó y entró, le preguntó al conserje por el arquitecto fallecido, "para saludar a su familia" -dijo.
      "No señora, aquí no vivía, solo tenía su oficina desde hacía un mes".

                                                - FIN -  

                                     Adriana Gutiérrez

                                  Primavera de 1988

jueves, 26 de noviembre de 2015

LA SONRISA DEL LLANTO



      Alegre, la sonrisa salió esa mañana a pasear por las calles inundadas de sol. Con el corazón inocente que estrenaba se instaló, confiada, en la primera cara que se le cruzó. Incómoda, sentía que la cara la rechazaba, que ella no le cabía, y que no producía en las caras que se le cruzaban ningún gesto de simpatía o amistad. Frente a una vidriera donde la cara se paró, vio que se había convertido en una sonrisa forzada, y como no había nacido para eso se desprendió de ella, dejando en su lugar el gesto adusto que había intentado borrar.
      Minutos después encontró una cara en el parque, carecía de sonrisa y la sonrisa fue a ofrecerse. Ningún músculo hizo fuerza para echarla y la sonrisa creyó que había encontrado su cara. La gente que andaba cerca la miraba indiferente y por sus caras, la sonrisa se dio cuenta que era triste, que espantaba, y que la cara estaba más sola que antes. 
      Luego esperó a la salida de una escuela pensando que una cara naturalmente alegre era lo que necesitaba, pero las caras alegres estaban invadidas de sonrisas tan anchas como ella y no encontró cabida. Vagando por la ciudad vio caras con vestigios de antiguas sonrisas, pero todas parecían estar en huelga de comisuras caídas. Se cruzó con un grupo de sonrisas estúpidas, como muecas dibujadas, que la saludaron desde caras blancos con ojos sin miradas. La sonrisa tuvo un escalofrío y apuró el paso, a lo lejos venía una cara sin sonrisa y ella salió a su encuentro, pero justo cuando va a instalarse una cínica sonrisa le gana el lugar; sintiéndose brutalmente agredida la sonrisa huye. 
      Si al menos hubiera sido una sonrisa irónica que es más humana, vaya y pase, pero el cinismo es muy cruel para llevarlo como escudo, justamente ese había sido el motivo de que abandonara la cara en que naciera, porque habían querido convertirla en una cínica. Con una horrible sensación de soledad la sonrisa continuó buscando una cara que la quisiera, probó unas cuantas pero el resultado era siempre el mismo: no encontraba eco en las otras caras.
      Solo unas pocas intentaron corresponderle dibujando una tímida sonrisa que duraba segundos, pero sin fuerzas para seguir viviendo, las sonrisas se extinguían; eran todas pálidas y tibias. Entonces se dio cuenta de la verdad y ella también se quiso morir: no son las caras las que la rechazan sino los ojos tristes de la gente, que con el alma agobiada ya no puede sonreir.
      La sonrisa refleccionó largo rato, luego, aceptó su destino. Salió a buscar una cara que llorase y encontró miles, asombrada, no sabía con cual quedarse; finalmente, justo cuando se ponía el sol, se acomodó despacito en una cara fría y arrugada; se estremeció al dolor de esa alma pero decidió quedarse con ella y ser, cada vez que la quisiera, una sonrisa para el llanto.

                                             - FIN -

                                    Adriana Gutiérrez

                                   Invierno de 1988

martes, 24 de noviembre de 2015

ADIOS IDIOTA, ADIOS.

                                                 

  ( 8 de la noche)


      ¡No se por qué te aguanté tanto tiempo mirá! Siempre dándome vueltas alrededor y metiéndote en mi vida, con esa costumbre tuya de querer saberlo todo che. No, así no se puede seguir ¡me cansé! ¿me oís? En serio te lo digo. No soporto más ¿entendés? que me estés siguiendo por la casa, que me mires cuando como, que me esperés a la puerta del baño con la tohalla. ¡Estoy harta! ¿sabés? de darme vuelta y que me choques, de encontrarte delante cuando camino; y no me esperés a la salida del teatro, ¡me avergonzás! Ese estúpido romanticismo tuyo me ha convertido en el hazme reir, con esas "sorpresitas" que me dejás en el camarín todos los sábados. ¡Y no me repitás que estoy cansada, como si no lo supiera! Y por favor no me esperés levantado; no, no quiero ni bife ni puré ¿pero cómo tengo que decirlo? ¡Claro que no se a que hora vuelvo, no se te ocurra ir a esperarme! ¡¡Pero salí del paso!! Por una vez haceme el honor ¿querés? de dejarme tranquila. Sí, chau, idiota...

                                       (3 de la mañana)

      Hola, ya volví ¡Pero qué humo! Y el cenicero lleno ¿Vengo muerta! ¿Me oís? Voy a tomar un baño bien caliente y después comeré algo, cualquier cosita ¡Como me duelen los pies! ..Pero ¿dónde estás? ¡Si es una broma no me hace ninguna gracia! ¿Te enterás? Con lo cansada que vengo y vos haciéndote el vivo ¡Cómo! ¿No hay nada en la cocina? ¡Oime che! ¿Se puede saber qué te pasa? No te hagás el ofendido, ya sé que trabajás como negro y te levantás temprano, pero al menos podrías hablar ¿no? Por si te interesa... ¿y ésto? la cama sin deshacer, el placard vacío ¿y qué dice esa nota en la almohada? ¡Seguro que otra bobada tuya! ¿a ver..? "Adiós amor, adiós". ¿No te lo dije?

                                              - FIN -

                                 Adriana  Gutiérrez

                                 Invierno de 1988

jueves, 19 de noviembre de 2015

EL HIGO ERRANTE




                             

 El Higo Errante.   


     
       Higo Errante estaba harto. No es que se considerara superior pero se sabía necesario, indispensable. Este su destino de no tener destino acabó, francamente, de aburrirlo. "No es posible -se decía- que yo tenga que estar en todo".
       Al principio hasta le gustaba su trabajo, con el bosque desbordante de vegetación y esas inmensas soledades todas suyas. Pero lo que más extrañaba del principio era el silencio milenario; "haberlo sabido al principio" -se quejaba.
        Así y todo no dejaba de acudir a donde lo llamaran; lo malo es que él era el único. Tanto se habían acostumbrado a consultarlo que nadie salía o entraba sin su presencia. "Alguien debería relevarme -pensaba- tanto ir y venir me marea".
       Higo Errante está realmente viejo y cansado, el bosque ha crecido y el trabajo es cada vez más; el árbol de sus ancestros ha quedado tan lejos en el tiempo, que Higo Errante desespera de volver alguna vez a sus ramas.
        El aguacero le pone un velo a sus pensamientos; la caliente humedad que se levanta desdibuja las imágenes que pueblan sus recuerdos. "Solo por volver al principio sería capaz de empezar de nuevo -dice- aunque luego me viera en esta situación otra vez".
        En más de una ocasión había intentado cambiar de trabajo pero no encontraba sustituto, nadie quería atarse con laburo tan absorbente, y la voz del deber era algo que Higo Errante se sentía incapaz de desoir. 
        "Si bien es un trabajo liviano -le había dicho un higo aspirante- no tiene horario fijo; pero todo lo que tienes que hacer es constatar entradas y salidas -se defendió Higo Errante- ¿dónde encontrarás otro más seguro? No, no -dijo el higo aspirante- prefiero algo a lo que pueda renunciar, eso de contratarme para siempre no me gusta nada".
       Unas semanas después Higo Errante recibió una visita, era un higo que habitaba la parte antigua del bosque y le traía noticias de su árbol: "por allá todo está igual -dijo- mucho silencio y soledad, las cosas se hacen lentamente a causa del atraso, pero lo importante es no detenerse; si -dijo Higo Errante- al final, tomar conciencia es vital".
        Y diciendo ésto hizo pasar a su huésped; en cuanto el higo visitante entró, Higo Errante salió, cerró cuidadosamente el círculo y se fue.

                                              F I N

                         Adriana  Gutiérrez


                                  OTOÑO-1988


     Nota de la autora:
 A casi 30 años de haberlo escrito este cuento aún me resulta extraño, pero siempre me dejo atrapar por la magia de lo ancestral. En este caso la higuera simboliza a los seres primitivos, bajos y retorcidos, en cambio el hombre actual es como el árbol de navidad con todas sus luces intelectuales, coronado por una estrella.-

viernes, 13 de noviembre de 2015

FRENTE PELADA



                                                 EL
DESPERTAR
         DE
         LA
CONCIENCIA



       Para estar desconcertado no hace falta ser inteligente, más bien lo contrario. Tampoco hace falta saber qué es un desconcierto, ni conocer una palabra que identifique tal sensación. Aún sin tener un sonido para nombrarlo o un dibujo de un desconcierto cualquiera, éste se puede presentar dejándolo a uno desconcertado. Precisamente eso era lo que le ocurría a Frente Pelada: estaba total y absolutamente desconcertado; y por partida doble, porque esa sensación nueva y extraña que lo hacía sentir tan mal, le producía el enorme desconcierto de no saber qué era.
        Para colmo Frente Pelada no tenía un solo pensamiento ni siquiera malo con que distraerse. Lo peor era que ésto iba durando demasiado tiempo y Frente Pelada percibía que día a día su desconcierto se agrandaba cada vez más, amenazando con invadir todo su ser. La primera vez que Frente Pelada sintió ésto no le dio importancia, era un desconciertito de mala muerte y lo desechó con un despectivo movimiento de su cabeza. Cuando el desconciertito se presentó por segunda vez Frente Pelada quedó desconcertado, cosa que el intruso aprovechó para quedarse un ratito. A partir de ese momento Frente Pelada no tuvo paz ni sosiego, el desconciertito se le aparecía hasta en sueños.
        Inutil era tratar de escaparle pues cuando menos lo esperaba se le instalaba adentro, lo que obligó a Frente Pelada a tomar rápidas y drásticas desiciones. En su afán por huir del desconciertito Frente Pelada cambiaba sus hábitos continuamente: a la hora de comer, dormía; a la hora de dormir, trabajaba; a la hora de trabajar, comía. Además había inventado un sistema de defensa compuesto de diversos ruidos, dibujos y piruetas que era muy mal tolerado por sus congéneres.
            Por esta época Frente Pelada tuvo un poco de tranquilidad que dedidó a volver paulatinamente a sus antiguas costumbres. Pero un buen día Frente Pelada descubrió algo muy extraño: al desconcierto de sentir el desconcierto, se le unía el desconcierto de no sentir ya nada. El desconciertito había desaparecido, y cuando Frente Pelada quizo comenzar a sentirse feliz por ésto comprendió lo que pasaba: al desaparecer, el desconciertito estaba más presente que nunca, pues su ausencia hizo que el desconcierto de Frente Pelada creciera en forma desconcertante, provocandole acciones que le llevaron a la ruina.
        Si cargar con un desconciertito de mala muerte le había resultado pesado, el desconcierto de ahora le abrumaba. Vagando por los alrededores de la comunidad Frente Pelada observaba a sus congéneres, que ocupados en sus quehaceres no notaban su presencia. Esta muy interesante actividad absorbió de tal modo a Frente Pelada que sin querer se olvidó de estar desconcertado, a no ser por breves minutos. Al poco tiempo todos y cada uno de los sucesos de la comunidad fueron registrados en su cabeza. Frente Pelada sabía, paso a paso, lo que hacía cada miembro; descubrió que se engañaban entre ellos, que se quitaban cosas y se hacían daño; desde la altura en que estaba vio lo distintos que eran y más de una vez presenció cosas que le molestaron mucho: grandes pegando a chicos; otros nacidos en viviendas equivocadas; ante estos hechos Frente Pelada gruñía: "nnnjjjsssttt". Con el correr de los meses ya nada le desconcertaba, por lo que Frente Pelada se vio libre de la inmovilidad a que el desconcierto le ataba. Una nueva sensación anidaba ahora en su ser: la Indignación.
        Frente Pelada no luchó contra ella ni trató de escaparse, ya que la sentía algo así como una aliada. Desde ese momento, Frente Pelada y su aliada miraban juntos hacia abajo; no se separaban jamás: juntos se acostaban y juntos se levantaban; a veces ella le despertaba en las noches para expresarle su indignación por lo que ocurría en el poblado, y durante el día le incitaba de manera irresistible a actuar cuando veían alguna nnnjjjssstt.
        Una tarde calurosa en que Frente Pelada y Aliada descansaban sobre el pasto, se presenta la ocasión que han estado esperando: en el poblado hay una gran conmoción por lo que ocurre pero nadie se atreve a hacer nada. "Es otra de esas nnnjjjsstt -dice Aliada- si no intervenimos pronto nos invadirán y dominarán ¡qué atrevimiento!" 
         Frente Pelada se decide, escarmentará a la intrusa para que no le queden ganas de volver; mira a Aliada y la llama pero ella acude tan de golpe que Frente Pelada se atraganta: "nnnddggrrrr!" Corriendo hacia el poblado grita el nombre de la intrusa con los dientes apretados; los ojos llameantes de Aliada descubren un montón de desconciertitos que inmovilizan a los congéneres, y gracias a ellos, Frente Pelada, con la frente perlada de sudor, tiene tiempo de llegar hasta la nnnjjjssstt que huye despavorida.
        "No nos confiemos -dice Aliada- sospecho que están en todas partes esperando el momento de volver."  "A---cn!" -dice Frente Pelada- "si -contesta Aliada- actuaremos cada vez que sea necesario, la indignación me carcome, y mira esos desconciertitos, están tanto de su lado como del nuestro, debemos estass alertas ¿crees que haya muchas más de esas nnjjsstt?" -pregunta Aliada. "MMM..." -dice Frente Pelada, abarcando con un gesto todo el poblado.
         Al ver ésto los congéneres se espantan creyendo que Frente Pelada los amenaza y se repliegan a sus viviendas. "Tienes razón -dice Aliada- son muchas."  Frente Pelada quiere hacer ver que ellos son dos y golpeándose el pecho dice: ¡"nnnddggnn!"  Ya saben que estás indignado -dice Aliada- ven, volvamos a la altura, creo que podemos tomarnos un descanso, mientras tú me tengas a mí los desconciertitos se quedarán en el poblado."
        "Bueno -dice Aliada una vez que han subido- yo debo irme". Frente Pelada siente un gran desconcierto, ¡"rprs!" -dice señalando a los Grandes-, "no hay cuidado -dice Aliada- no tomarán represalia todavía, para eso necesitan una aliada que están muy lejos de conseguir: Venganza, pero tiene muchísimo trabajo y nunca dice donde va a estar por exigencias de su oficio; pasará un largo tiempo antes de que la localicen. Mientras tanto tí alíate con Estrategia que solo trabaja para Frentes Peladas, ella te dirá exactamente lo que debes hacer.."
        Y así diciendo Indignación desapareció. En contra de lo que creía Frente Pelada se sintió repentinamente en calma; esta falta de indignación que le produjo la marcha de Aliada le trajo un nuevo desconcierto, y no encontraba con qué indignarse para hacer que Aliada volviera.
        Los congéneres de abajo evitaban a las nnnjjjsstt por miedo a la aliada de Frente Pelada. Los días se sucedían uno tras otro a cada cual más aburrido; desde la altura en que estaba Frente Pelada vigilaba el poblado, pero nada que valiera la dicha de indignarse ocurría y Frente Pelada pensaba con tristeza que Aliada nunca volvería.
        Amarga fue su felicidad cuando descubrió su regreso; indignadísima con Frente Pelada Aliada le reprochó: "¡te dije que llamaras a Estrategia, ella hubiera evitado el desastre -dijo Aliada- ¡mira lo que ha ocurrido!" Frente Pelada miró la tragedia y estuvo de acuerdo con Aliada en indignarse consigo: Venganza había llegado y asaltado la comunidad, un ejército de nnnjjsstt la acompañaba, pero lo que tenía a los congéneres aterrorizados era Pánico, el segundo de Venganza, un general mercenario y tirano que aplicaba toque de queda en cuanto llegaba; había prohibido toda acción vengativa de los congéneres contra Venganza y no dejaba a nadie salir de noche; al menor ruido se aparecía sembrando el pánico. Sus soldados rodeaban el poblado y las viviendas estaban llenas de desconciertos.
        "Estrategia tendrá que desarrollarse mucho -dijo Aliada- ese general es peligroso". Valor, el segundo de Estrategia, dijo: "siento que me llaman desde algunas viviendas"; "bueno -dijo Aliada- a mi me solicitan desde todas, pero no creo que sea éste el momento de presentarme"; "si -convino Valor- hay que esperar, casi todas las mujeres están de parte de Pánico y los niños ni hablar, pero algunos congéneres me llaman con desesperación".
         "Lo que hay que hacer -dijo Estrategia- es poner a los desconciertos de nuestro lado". Al oír ésto Frente Pelada se horrorizó, "¡trrdrr!" -dijo. "Exacto -dijo Estrategia- son traidores, por eso será mi primera estrategia". Y se llevó a Frente Pelada a los límites del poblado donde le dio instrucciones: Frente Pelada no quería, sacudía con fuerza su cabeza de un lado al otro hasta que, indignada, Aliada se alió con Estrategia y Frente Pelada no tuvo más remedio que obedecer.
        "Valor -dijo Valor- yo te acompañaré". Y así, con Valor adelante para no perderlo Frente Pelada emprendió el camino. Pisaba con cuidado y andaba despacio más que nada por Valor que a cada ruido se esfumaba. Por dos veces tuvo que volverse Frente Pelada a buscarlo detrás de los árboles en que se escondía. Por fin llegan a la vivienda de los Grandes que está oscura y en silencio; Frente Pelada se pega a uno de los troncos mientras Valor monta guardia en el otro. El trabajo es sencillo pero insólito, y aunque Frente Pelada sabe que Pánico no anda cerca teme que se presente creyendo que vino solo.
         Entonces Frente Pelada actúa, le hace señas a Estrategia de que ya puede venir y la mira desarrollarse; Aliada le da bríos y Valor le da ánimo. Terminada la tarea los cuatro se retiran a la altura donde organizan un sencillo festejo; para que la reunión sea más animada invitan a la Satisfacción del Deber Cumplido que, cono huésped de honor se para y dice: "con profunda satisfacción he visto que habéis cumplido con vuestro deber y un consejo quiero daros: jamás uséis hojas de laurel para armaros los colchones porque bien sabido es que produce somnolencia". Y así diciendo se fue dejando de recuerdo a Mora Leja, que es lo que siempre regalan las Satisfacciones de los Deberes Cumplidos para que no las olviden. 
        Mientras tanto en el poblado los desconciertos se habían cambiado de bando; algunos se quedaron con los congéneres pero eran pocos y chiquitos; en cambio Aliada y Valor sentían que los llamaban cada vez más. Aliada apenas si podía contenerse, pero Valor, como bien sabía Frente Pelada, no dejaba que lo empujaran; "no hay enemigo pequeño -decía- sobre todo entre los Grandes". Éstos estaban furiosos y querían que Aliada se fuera con ellos, pero Aliada se indignaba diciendo que eran incapaces de sentirla, "me confunden con Terrora y Violencia -dijo- dos hermanas que dirigen lo peor de la soldadesca".
        Venganza quería entrar en acción, pero en cambio entró en razón a causa de Pánico que se fue a ver a los grandes. La explicación del general les produjo tanto desconcierto que no atinaban a nada: "pongo mi honor por testigo -dijo Pánico- que nadie ha salido de las viviendas durante la noche". "Quien haya sido no es del poblado" -sentenció Venganza.
        A esta altura el desconcierto de abajo era total. Frente Pelada se sentía malignamente feliz. Aliada lo mira con tristeza y le dice: "siento que ya no me quieres, solo te falta cortar laureles y acolchonarte en ellos". Frente Pelada quiere indignarse para demostrarle que aún la ama pero Aliada se va y no puede; el esfuerzo por llamarla es tanto que tiene que sentarse; ver lo que le ocurre y entrar Pánico es todo uno; Frente Pelada, tras el primer desconcierto reacciona sin esperar que Valor lo ayude, ésto desconcierta a Pánico que jamás creyó volverse contra sí mismo y huye.
        Frente Pelada tiene la frente perlada de sudor; desde un rincón Mora Leja lo mira con absoluto desprecio, "si Satisfacción viera ésto -piensa- con la satisfacción que tenía". Frente Pelada llama a Estrategia y le pide consejo: espera y vigila -dice ella- la situación está altamente baja allá abajo y aquí arriba todo lo contrario, y si no me crees, mira": Frente Pelada obedece y ve: a los Grandes huyendo despavoridos de Pánico que quiere hablar con ellos, y encerrarse en sus viviendas; a Pánico atolondrado por los desconciertitos que se le tiran encima; a Venganza inutilizada por la falta de Pánico en los congéneres y a éstos que claman por la justicia.
        "¿Ves? -dice Estrategia- para que Justicia pueda venir hay que prepararle el terreno". "¿nnddggnn?" -pregunta Frente Pelada. "Claro -dice Estrategia- sin Aliada es imposible, ella es la primera que debe presentarse".  "A---cn!" "Así es -dice Estrategia- acción decidida, si tienes a Valor cerca, bien, pero sinó es lo mismo, hoy te vi tragarte el miedo y dejar a Pánico fuera de combate". "¡Grrr!" -dice Frente Pelada tocándose el cogote.
        "Bueno Frente Pelada, yo también debo partir, Mora Leja te hará compañía aunque no creo que estés solo por mucho tiempo; en cuanto a los congéneres te aconsejo estar alerta, pero no intervengas a menos que sea indispensable; ellos deben aprender a elegir a sus amistades y evitar las malas compañías". "¡Ddd...!" -grita Frente Pelada. "¡Adiós, adiós!" -dice desde lejos Estrategia, sin darse cuenta que Frente Pelada intenta articular ¡"detente!"
        Frente Pelada mira a Mora Leja y le señala la puerta para que vigile hacia abajo; "no -dice ella- yo solo sirvo para estar, donde me regalan me quedo". "¿Sstsffcnn?", pregunta Frente Pelada, "exacto -dice Mora Leja- ya veo que poca satisfacción te causa que Satisfacción me dejara, no es culpa mía si aparezco después que todo ha pasado, he venido para recordarte la Satisfacción del Deber Cumpliso, no lo olvides". Frente Pelada se para, se le acerca y de un sopapo la acuesta en el suelo; no dejará que ninguna mora leja le arruine su satisfacción solo porque ella no tiene ninguna. 
        Ante tal indirecta Mora Leja se aleja en busca de satisfacciones, pero las pocas que encuentra ya están ocupadas; entre el desconcierto y el pánico Mora Leja vagabundea sin rumbo, "Ay, si supiera la estrategia a seguir" -se queja. "¿Me llamabas -dice Estrategia- hay noticias del poblado?" "¡Frente Pelada me ha expulsado! -se queja Mora Leja- dice que no compartirá su satisfacción conmigo". "Es que esa clase de satisfacciones son muy escasas -dice Estrategia- además no se encuentran, se consiguen".  "¡Ah, ya entiendo!" -dice Mora Leja, y vuelve sobre sus pasos.
        Frente Pelada esconde su satisfacción al verla y Mora Leja lo deja. "He venido a ayudarte" -dice, y se para en la puerta vigilando el Poblado. Frente Pelada aprovecha el descanso para pensar un poco; para lo que piensa Frente Pelada con un descansito chiquito le basta y al mminuto está de vuelta. "Aún no me siento satisfecha -se queja Mora Leja- déjame cumplir con mi deber". Frente Pelada está a punto de darle otro sopapo cuando ve que abajo los congéneres se reúnen. En el centro del Poblad gruñen y gesticulan largo rato hasta que al fin, todos en grupo se dirigen a la vivienda de los Grandes, hechas abajo la puerta y los sacan a patadas; Venganza y las dos hermanas esperan a un costado, y al ver que nadie les da importancia se retiran abatidas; Pánico quiere intervenir en favor de los Grandes pero los congéneres se le ríen en la cara, abochornado desaparece.
        Los desconciertitos no saben qué hacer, al aclararse la situación ya nadie los necesita y se van en medio de grandes desconciertos. Frente Pelada observa como le dijo Estrategia y ve que todas las nnnjjsstt salen de sus escondites y escapan. Los congéneres expulsan a loa Grandes y revisan el poblado. Luego se dividen en grupos, unos cuidan las entradas, otros vigilan los alrededores y otros suben a la altura.
        Frente Pelada los espera tranquilo. Ellos le piden que regrese y Frente Pelada acepta. 
        Esa noche, durante la fiesta, Victoria se presenta por primera vez ante ellos, su entrada los deslumbra. Estrategia, Valor y Aliada solo vienen como invitados de honor. Las Satisfacciones de los Deberes Cumplidos acuden de todas parte y los congéneres quedan mudos cuando llega la Justicia, Paz y Calma la acompañan sembrándose en el Poblado. 
        Justicia se desliza junto a Frente Pelada y le dice: "aquí me tienes Frente Pelada, he venido a conocerte".

                                             -  fin -

                           Adriana Gutiérrez

                            Octubre- 1988

jueves, 12 de noviembre de 2015

La verdadera historia de Rambo.


La podes descargar en LIBROSENRED.COM

Novela de acción, con mucho humor y drama, y una historia de amor real.
Esta no es una historia más de Rambo: es la verdadera. Los fanáticos podrán conocer en aquí su infancia sin padres, su adolescencia casi feliz en una playa de ensueño y la forma en que -fatalmente- llega a vivir la tragedia de su vida en el ejército. La narradora que deja las crónicas (Roberta Adams) es la mujer que lo acompaña en esta vida de sacrificios. Un descendiente de los dos las encuentra muchos años después de su muerte. En la vida real, esta historia nunca tuvo una conclusión, pero existieron y es un homenaje al amor inmenso que se tuvieron.

viernes, 6 de noviembre de 2015

LA CARTA DEL INTERIOR



     Lidia mira con fastidio la hoja que desde la máquina de escribir se burla de ella; ha ideado varias maneras de relatar el asesinato de un personaje secundario de su novela y no puede decidirse por ninguno.
       Eligió por fin el estrangulamiento pero necesita decirla en forma espectacular; quisiera plasmar en el papel no solo la angustia de la víctima sino también su dolor, la sensación física de ahogo, describir el crujido del cuello al romperse.
     ¿Cómo será desde los ojos de la agonía la cara del asesino?
      Se pone de pié, es inútil quedarse sentad, ya llegará la inspiración cuando menos lo espere. Sale a hacer las compras y regresa, encuentra a su marido en casa y de mal humor al no hallarla.
     Durante la siesta continúa la novela pensando que ya tiene el argumento y una hora de soledad para escribirlo:
                                      -----------------
"Ella baja del taxi -comienza- se ha demorado más de lo que esperaba y es muy tarde, el barrio está silencioso y el edificio donde vive, a oscuras. Sube hasta el segundo piso por las escaleras para que el ascensor no la delate; no hacen ruido sus suelas de goma.
      Entra al departamento, cierra y va al baño sin encender la luz; le gustaría tomar una ducha pero lo despertará, se pondrá furioso y pelearán de nuevo. Mejor así, mañana podrá mentirle sobre la hora de su llegada.
     Se dirige al dormitorio cuya puerta está abierta; la persiana no ha sido bajada del todo y la luz de los avisos luminosos dibuja el cuerpo del durmiente; está casi en el medio de la cama, la cabeza fuera de la almohada y un brazo extendido.
     En cualquiera de los dos lados que se acueste tendrá que tocarlo; se inclina hacia la cara del hombre, el olor a alcohol le da nuevas esperanzas y comienza a correr el brazo atravesado. Conteniendo el aliento se apoya en la cama, como ha tenido la precaución de desvestirse antes de moverlo podrá decir que se levantó para ir al baño.
     Confiando en que él no se dará cuenta de lo helada que está en contraste con la tibieza del lecho se tiende de espaldas al hombre, quisiera taparse con la sábana pero no se atreve más que a respirar.
     Cuando seis meses antes se fueron a vivir juntos la cosa era diferente, él tenía trabajo y no bebía, pero ahora la escasés de trabajo y el ocio lo habían vuelto irritable.
     No le importaba el modo en que la mujer se ganaba la vida pero no toleraba sus retrasos, consideraba que todo tiene un límite y no aceptaba que ella diera más importancia a esos clientes de última hora que a él. El hecho de que pagaran el doble lo tenía sin cuidado.
     El hombre abre los ojos; está completamente despierto. La mano que ella le ha corrido se mueve en imperceptible caricia. Ella aparenta un despertar sobresaltado pero no se vuelve, sabe que no le gustan las iniciativas femeninas.
     El hombre la pone de espaldas y se sube; busca debajo de la almohada un viejo cinto que siempre usa para eso y le ata las manos. Permanece un rato besándole la espalda y sintiendo crecer la exitación de la mujer. Le pasa las manos por debajo de cuerpo y con las manos en los pechos la levanta. Ella se le pega, sabe que ahora debe ofrecer su cara y gira la cabeza; él la da vuelta; acostada boca arriba lo espera. El se ubica perfectamente, penetra despacio y se mueve a un ritmo lento, contenido; es todo un experto y ella adora su técnica amatoria.
     La lleva una y otra vez al borde del orgasmo hasta que ya no se aguanta más a sí mismo. En el dulce abrazo que sigue le desata las manos, le saca los cabellos de la cara, la besa con ternura. 
     El hombre la mira; hay una nueva luz en sus ojos y ella tiene miedo de hablar, de preguntar; tampoco se atreverá a dar una explicación sin que se la pida.
     En las últimas semanas ha cambiado tanto que le cuesta recordar al muchacho alegre que fue, el de las ilusiones y los planes. Con amargura ella piensa en lo animoso que era cuando, recién perdido su trabajo, escribió aquella carta a sus parientes del interior pidiendo ayuda para ambos. Y luego, al ver que el tiempo no le traía respuesta, lo vio perder la esperanza y el valor.
     No admitía que lo alentara y ella pensó con tristeza que ya no estaba en sus planes."

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     Lidia oye el portazo y rápidamente mira el reloj: las 7,30 y no había cocinado; se levanta y ve a su marido que la mira desaprobador, da media vuelta y se encierra en el baño.
     Lidia baja hasta el supermercado y al regresar ve a su marido, sentado en el escritorio leyendo su novela.
     En silencio se mete en la cocina donde prepara una cena de apuro como todas sus comidas; cuando la termina se la sirve en la mesa y sin palabras se sienta a escribir; no podrá hacer nada hasta que haya relatado el asesinato. Pensaba que lo haría estrangularla mientras hacían el amor, después decidió que mejor al terminar, y ahora no hallaba el momento de matar a la infeliz, como si ella tratara de escapar a su destino de personaje condenado.
     El marido de Lidia acaba de cenar y se dedica a ver televisión; cada tanto levanta la vista y la mira de una manera que no la deja concentrar; la verdad es que parece conspirar en favor de su personaje impidiéndole relatar el crimen. Dándose cuenta de que no podrá escribir mientras su marido esté levantado, junta los restos de la cena y limpia los trastos. Luego prepara café y enciende un cigarrillo; parada en la cocina bebe a sorbos pequeños y fuma.
     El marido se asoma a la puerta, tiene una mirada muy intensa que a Lidia se le clava en la carne estremeciéndola como antes, como cuando todavía hacían el amor.
     Deja el cigarrillo y el café y pasa junto a él hacia el interior del departamento; frente al escritorio se detiene, él viene detrás de ella y se le para al lado enviándole esa mirada turbadora que es todo un llamado.
     Sorda a él Lidia se sienta rígida ante la máquina y, con odio, escribe:

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     "El hombre tiene a la mujer entre sus brazos, están de costado y ella, sumisa, lo deja hacer; cada tanto la besa y acaricia. La mujer enreda sus dedos en el pelo ensortijado del hombre y le muerde los labios; él no se molesta como antes porque ya no tiene motivos, porque el trabajo de ella se ha terminado para siempre y esta noche todas sus iniciativas serán aceptadas.
     Entre risas comienzan el juego erótico otra vez pero el hombre no busca el cinto de tela, no será necesario porque las manos de ella jamás volverán a vender sus caricias; él ha tomado una decisión irrevocable y ella no podrá resistirse..."

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     Lidia se sobresalta e interrumpe el golpeteo de la máquina, se levanta despacio y se asoma al dormitorio; todo está quieto allí, debió ser un ruido en la calle. Mira su reloj:las dos de la mañana; de pronto se siente cansada y, pensándolo mejor, dejará vivir a la desdichada otra noche más. Apaga las luces y va al baño.

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     ".....se dirige al dormitorio cuya puerta está abierta; la persiana no ha sido bajada del todo y el resplandor de los avisos luminosos dibuja el cuerpo del durmiente; está casi en el medio de la cama, la cabeza fuera de la almohada y un brazo extendido. En cualquiera de los dos lados que se acueste tendrá que tocarlo. 
     Lidia sonríe con desprecio al ver que su marido reproduce la escena de su novela, y para burlarse le sigue el juego.
     Se inclina hacia la cara del hombre como si oliera y lentamente corre su brazo atravesado, luego se tiende de costado. El hombre que fingía dormir abre los ojos, la mano que ella le ha corrido se mueve, llega hasta su espalda y sube en imperceptible caricia. Ella aparenta un despertar sobresaltado y espera con satisfacción el momento de escupirle su asco; el hombre se acerca, la pone de espaldas y se sube.
     Gozando anticipádamante  ella deja que le acaricie la espalda, le dará unos minutos para que compruebe una vez más su impotencia. La mujer siente el deseo subirle por las piernas y desliza las manos debajo de su cuerpo, el hombre continúa las caricias, retira los cabellos de su nuca y se la besa. El cuerpo de la mujer se sacude. El hombre no sabe muy bien de qué

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     A la mañana siguiente cerca del mediodía, confundidos entre el gentío de la estación, una humilde pareja con sendas mochilas, zapatillas, vaqueros y camperas de jeans, los largos cabellos al viento se trepan al vagón de tercera. Ubican su equipaje y se sientan.
     El tren arranca, toma velocidad y se pierde. Entonces ellos, helados y felices, despliegan para leer por centésima vez, la carta del interior.
                                                     -FIN-
                                                   
                                   PRIMAVERA DE 1988

                                  ADRIANA GUTIÉRREZ