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sábado, 27 de agosto de 2016

"EL NARANJO" (4º parte) de Adriana Gutiérrez




Max era el más bajo de los tres, pero grueso y fuerte como ninguno, tenía el pelo rubio y los ojos verdes y también haría
pareja con Maruja el día que se decidiera a hablarle; Diego, que
hacía dibujos en la tierra, dijo: "ustedes van a estar juntos, yo en cambio estaré solo, esperando sus cartas, así que por favor, no
dejen de mandarme una todas las semanas, mi tristeza no es por
irme de aquí sino por separarme de ustedes; Diego era rubio pero no como Max, tenía el pelo tan claro que a veces parecía blanco, era alto y quemado por el sol, de ojos dorados, todo él era una estatua dorada, era un apolo, hermoso y atlético. Yo dije sin mirar a ninguno; Diego, te prometemos que jamás pasará un día sin que
recibas aunque sea unas líneas de nuestras manos, te lo contaremos todo, nosotros estaremos trabajando y tú estudiando, cuando tengamos un día libre lo pasaremos juntos, quien te dice que no nos podamos ver tal vez todas las semanas, no te apenes
más. Yo, Gaby, como ya dije antes, tengo el pelo castaño, largo y lacio, los ojos pardos, soy alta y delgada, lo único que sobresale en mí es mi cuerpo, pero lo que más cuido y es mi orgullo, al
igual que Maruja, es mi cabello.

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Al llegar a este punto de mi diario no puedo menos
de levantarme y mirarme en el espejo de mi
dormitorio, mi cabello está igual que hace 10 años, nunca
lo he cortado, ni teñido, ni nada, me asomo a la ventana y
observo a mi hija Pamela, de ocho años, correr por
el parque con el pelo al viento, y me parece verme a
mí misma cuando tenía esa edad.
A todos nos ha salido alguno de nuestros hijos siendo
nuestro calco perfecto; me siento al borde de mi cama
para seguir hojeando el diario, ah, sí... la parte de
nuestra llegada a la estancia para nunca más salir
de ella; qué día tan soleado, esplendoroso y lleno
de felicidad fue ese, recuerdo muy bien la fiesta de esa
noche y lo que empezó para mi.






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