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jueves, 30 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (17º parte) de Adriana Gutiérrez





La voz de Silvia estaba ahogada por la emoción: "Willy no
despertó ayer en todo el día, Jorge, acaba de abrir los
ojos, muerto de hambre, Valeria le está dando de comer en
la cocina. Estamos muy bien, felices y no tenemos ningún
síntoma raro, o de envejecimiento; nos sentimos descansadas
como si hubiéramos dormido mucho tiempo" -dijo Silvia riendo.
Jorge preguntó si seguían con la idea de desaparecer.
"Sí, Jorge, no podemos arriesgarnos, Valeria está de acuerdo
en acompañarnos así que la próxima comunicación será para preguntar el lugar y el día; ustedes, mientras tanto, sigan
con lo planeado.
Jorge ¿cómo están todos? ¿bien?"
"Claro que sí, Silvia, pero con 31 años más".
"¿Pasó algo con... la casa?"
"Sí, Silvia, pasó, amaneció totalmente en ruinas, pero vamos
a esperar el tiempo que indicaron los sanadores para meter
mano. Silvia, sé que no se puede, pero no te imaginás lo
intrigados que estamos con sus aspectos y edades.
¿De veras todavía tienes 50?"
"¡Por supuesto! Solo tengo 1 mes más que cuando me maté
en aquel barranco; a propósito ¿hubo problemas con eso?"
"No, ninguno, Silvia, claro que la gente lo atribuye a la
leyenda, dicen que eso te pasó por querer escapar a tu destino.
Fue muy fácil, el único que se dio cuenta fue el juez que
me prestó "tu" cadaver".
"Jorge, quiero que me digas como fue lo de Carlos, no me
engañes, Jorge, quiero la verdad".
"Está bien, Silvia, sabía que me lo preguntarías y estaba
preparado; en realidad, tengo una carta de Carlopara tí, él y Norma también, como todos antes, hicieron lo posible para
burlar la maldición. En la carta te explican todo, te aseguro
que te va a sorprender saber que tú no fuiste la única
que usó el engaño".
Un silencio profundo se hizo del otro lado, al cabo, Silvia, con
voz trémula, dijo: "Jorge, solo dime cómo murió mi hijo...".
"Es que eso es lo que no puedo hacer, Silvia, tendría que
adivinar, ¿entiendes?"
"¡Oh, Dios Mío! Jorge, ¿quieres decir que...".
"No quiero decir nada mientras la casa no sea desmantelada y quemada, Silvia; aguanta que ya todo terminó de verdad.
Hasta dentro de 2 meses, Silvia".

"Hasta pronto, Jorge, besos a todos y gracias 
por... la noticia".


miércoles, 29 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (16º parte) de Adriana Gutiérrez





Habían pasado las fiestas de ese Diciembre triunfal, habían comenzado las clases y se estaba acabando el verano.
Jorge y Mario observan el desmantelamiento de la casa
cuando ven llegar a Cacho, que había pedido estar presente.
"Gracias, don Jorge, por avisarme -dijo- pero quería verla
caer a pedazos para asegurarme ¿entiende?"
"Te entendemos -dijeron los 2 hombres riendo- y además, te
lo mereces ¿y Laura?"
"Con su señora; ah, ella no puede estar sin trabajar, así
que hoy empezó a ir a su casa para ocuparse de la ropa; yo
en cambio estoy muy contento jubilado, me gusta manejar
mi auto nuevo y quiero leer ¡no paro de comprar libros!
Laura se enoja, dice que estoy al divino botón, pero el
sueño de mi vida fue estudiar y no pude, así que ahora me
desquitaré con una buena biblioteca ya que hay una enorme
y vacía en el departamento de doña... eh, en casa".
"Estás muy hablador -dijo Mario- yo creía que eras mudo".
"¡No, don Mario... era el miedo que me daba esa casa -dijo
señalándola- pero ya lo voy achicando".
Mudos quedaron ellos al comprender, de golpe, cómo ese
hombre había resignado todo por una familia ajena, sin
quejarse, sin demostrarlo, con una lealtad a prueba de todo.
Padre e hijo lo miraban con una mezcla de admiración
y ternura, pensando cuánto respeto merecía. En cambio
él, Cacho, ahí estaba, ausente de los pensamientos y miradas
de sus patrones, disfrutando el final de una era de terror.
¿Cómo no iban a dejarlo participar de ésto después de
todo lo que había soportado?
"¿Y de doña Silvia hay alguna noticia?" pregunta al rato el casero.
Rápidamente Jorge y Mario volvieron a la realidad, el menor
comenzó a contarle a Cacho las últimas novedades, mientras
Jorge se apartó abstraído, recordando el pasado 22 de
Diciembre, cuando él y su mujer quedaron solos, esperando el
llamado que finalmente llegó a las 4 de la tarde.




martes, 28 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (15º parte) de Adriana Gutiérrez






Pero finalmente el sol salió y al barrer las sombras se llevó 
parte de la angustia de estas 6 personas que ya habían perdido
toda su compostura.
Sentados, tirados como quiera en ese amplio salón, no
podían creer que ese ruido era un teléfono que sonaba. Todos
se incorporaron estirando sus manos hacia el aparato, gano
Mario, de un salto descolgó y conectó el parlante.
"Dr. Gimenez -dijo la voz- soy yo, de la agencia asignada
a la vigilancia de esa casa; nadie entró ni salió de allí, toda
la noche hubo silencio, oscuridad y... paz.
Bueno, Dr. Gimenez, ahora le diré algo: sí hubo cambios..., es
decir, hubo un cambio... grande en... la casa, está... totalmente
...en ruinas ¿me escucha Dr.? ¡Hola!"
"Sí, oigo perfectamente, detective; bien eso es todo, gracias.
¿Se retiran ahora?"
"Sí, Dr., nos vamos; eh... ¿puedo pedirle algo?"
"A ver" -dijo Jorge.
"Vea Ud. tomamos muchas películas de la casa ayer, y quisiéramos fotografiarla ahora, no podemos creer que esté
en este estado".
"Adelante -dijo Jorge- pero hagan copias de todo".
Laura, que se había parado, preguntó:
"¿Eso significa que se acabó?"
"¡Claro! -dijo Mario, significa que la casa se rindió, que
logramos vencerla, engañarla. Ahora comienza la segunda
etapa: hay que desmantelarla, quemar toda la madera
y curar ese lugar.



NOTA





Amigos, lamento no haber subido la 15 parte
de "Los Hijos de la Leyenda".
Hubo un problema con mi HTML
Ni bien lo soluione seguiré subiendo el resto del cuento.
Gracias y perdonen la demora

Adriana Gutiérrez


28/6/2016



lunes, 27 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (14º parte) de Adriana Gutiérrez





La abuela y la Nana desayunaban junto al fuego, la mayor de
las dos mujeres, dijo: "sé que ese siniestro llamado no puede
ser detenido por paredes ni ventanas cerradas, pero Dios ha
puesto su mano en este lugar para proteger la vida, y no creo
que nos dejara llegar hasta aquí para abandonarnos ahora".
"Sí, abuela -dijo la Nana- yo estoy tan segura de eso como
de que hay Dios, esta mañana sentí algo distinto a los
otros 21, y no es porque sea el último, sino porque al despertar
supe algo con toda certeza".
"¿Sí? ¿Y qué es?" preguntó la abuela.
"Willy no despertará hoy abuela, no lo hará, seguirá en ese
sueño profundo hasta que el día muera y la casa se
canse de llamarlo. Tal vez mañana, o pasado, o la semana
que viene; y también sé, abuela, que cuando Willy
abra sus ojos el peligro habrá pasado para siempre.
Abuela, -dijo la Nana luego de un rato- soñé que Willy se
casaba y tenía una nena; la primera mujer..."
En Bs.As., los pocos que sabían estaban pasando el peor
día de sus vidas, porque era la primera vez que una
verdadera esperanza de revertir la maldad los había
movilizado tanto.
Nadie hablaba, solo se miraban serios, se paraban, luego
se sentaban, alguien encendía un cigarrillo o se
servía una copa; las bandejas con bocadillos estaban
intactas, los teléfonos seguían descolgados, salvo
uno privado cuyo nº solo Silvia y un detective conocían.
Y allí fue donde Jorge clavó su mirada.
Mario había llegado un rato antes porque no podía esperar
en su casa, su madre y su esposa lo acompañaban.
Sonó un timbre y Jorge dijo: "son los caseros".
Mario abrió la puerta y los hizo pasar, venían con
cara de: "no soportamos allá..."
"Pasen -dijo Jorge- no se preocupen, entendemos
y los esperábamos".
Al rato estaban los 3 matrimonios haciendo lo mismo
que hacían cada uno en su casa: durante horas repitieron
los gestos, miradas y ademanes.
Ninguno tenía sueño y ninguno tenía hambre, solo fumaban
y tomaban café o un trago.
Hacía varios minutos que dieron las 12 de la noche y no
llamaba el detective que contrataron para vigilar la casa.
"No se han animado -dijo Mario- te dije que no irían".
"Sí fueron -dijo su padre- están fascinados con la
leyenda, instalaron cámaras y aparatos cazafantasmas
en 2 vehículos y están allá desde ayer; monitorean toda
el área y todos los accesos a la casa, pero no tienen nada
para captar sonidos, aislaron lo más posible ámbos vehículos
y tienen sus oídos tapados con tapones especiales, por
eso no llamarán hasta abandonar la zona, y aunque haya
pasado la media noche, no se irán de allí hasta que amanezca.
"Y todavía falta" -dijo Mario suspirando.

domingo, 26 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (13º parte) de Adriana Gutiérrez





Laura y Cacho volvieron a su pequeña casa de ladrillos, donde
sus hijos crecieron y de donde se fueron casados, tenían varios
nietos y la firme decisión de verlos crecer, quienes todos los
años les pedían que salieran de allí antes de que la casa se
vengara en ellos, y precisamente eso es lo que harían.
Se quedaron, sin embargo, 6 meses más para supervisar las
obras de restauración, limpiaron la casa desde el altillo al
sótano durante varios días para mantenerla "distraída", mientras
todas sus cosas eran cargadas en un camión.
Terminada la limpieza cerraron todas las puertas y ventanas, se
dirigieron a la casita y la rodearon, subieron al camión y se
marcharon al departamento de doña Silvia, una vez allí
telefonearon a don Jorge para avisarle de su mudanza.
Faltaban menos de 2 meses para que comience Diciembre.
Es el año 1970.
Jorge cortó y se fue a lo de su hijo.
"Mario -dijo-los caseros acaban de instalarse en el departamento de Silvia, llévales un cheque y ve que estén cómodos, diles que
el departamento es de ellos y que tendrán que firmar unos
papeles aceptándolo, diles también que desde este momento están jubilados tal como Silvia lo dispuso y recibirán una bonificación
especial por su lealtad de tantos años.
Es hora de que estas buenas gentes hagan su propia vida".
Así lo hizo Mario y pronto todo estuvo arreglado, también
demasiado pronto llegó el día fatal y en la casas de
Jorge, de Mario y de los caseros todos callaban y esperaban
con el corazón en la boca.
Pero solo los 2 primeros tenían verdaderos motivos para temer.
Jorge abrigaba la esperanza de que Silvia viviera aún:él no sabía
que ella, junto a su nieto y la Nana Valeria despertaban todos
los años un solo día21 de Diciembre, y que al darse cuenta de
eso la abuela y la Nana contaban un año por cada día
y llevaban la cuenta correcta, por eso supieron esa noche, al
despertar, que había llegado la hora de saber, y para el
pequeño Willy, de vivir o morir.
Aunque él no había crecido más de 30 días desde que llegaron
a la cabaña, para la casa siniestra sí habían pasado
30 años, y si Willy estaba despierto y cono en realidad
habían pasado 32 años desde su nacimiento, tal vez oiría
la "llamada" y no podrían detenerlo.

sábado, 25 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (12 parte) de Adriana Gutiérrez





-29 AÑOS DESPUÉS-

Así transcurrieron 29 años en los que Jorge y su hijo
envejecieron cada uno de ellos sin olvidar jamás la misión
que les fuera encomendada.
Faltaba tan solo un año para el gran 21, para que se develara
la gran incógnita, por eso Jorge, ese domingo como tantos
otros, se citó en el cementerio con Laura y Cacho, se saludaron
desde lejos y fueron caminando hasta encontrarse en la tumba
de Silvia.
"¿Cómo están?" -preguntó Jorge.
"Bien, Dr. -dijo Laura, que siempre era la que hablaba- ¿y Ud.?"
"Bien, gracias. Bueno, ya saben por qué los llamé ¿verdad? La
casa debe ser acondicionada una vez más para que no
sospeche... ¡diablos! no puedo creer que esté diciendo esto.
Bueno, tal como lo pidió Silvia, debemos continuar como
si nada pasara, para que la casa no... piense...¡demonios!...
para que ella "crea" que Willy vendrá con su esposa e hijo
a darle su cuota de sangre.
¿Están dispuestos a seguir adelante? Miren que yo lo entendería".
"No, Dr. -dijo Laura- cuidaremos que la obra de restauración
se haga como siempre, pero no quisiéramos estar allá dentro
de un año".
"Eso es muy comprensible -dijo Jorge- Silvia me advirtió
que diría eso, Laura, y me dijo también que les diera las
llaves de su departamento, para que se trasladen allá cuando
lo crean necesario; no, no me digan cuándo, a veces me
parece que esa cosa me lee la mente.
Ustedes solo vayan y luego me avisan por teléfono.
Entonces quedamos así: la semana entrante llegarán los
carpinteros con el camión de la madera, en ese mismo
camión se irán los muebles pero esta vez no regresarán.
La casa quedará arreglada y pintada pero sin nada, ni
cuadros, ni cortinas, ni alfombras, nada.
"Don Jorge ¿no será peor después su... enojo?"
"No, Silvia dijo que eso la confundirá con el tiempo de
llegada, esperará el regreso de las cosas y el 21 se le vendrá
encima tan rápidamente que tendrá pocas horas para
enojarse, pero cuando lo haga será terrible y con eso
contamos.
Esperamos que se muera de... rabia".
"Adiós don Jorge, nos veremos en unos meses".

viernes, 24 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (11º parte) de Adriana Gutiérrez





Silvia creía que la casa solo estaba "conciente" el día
señalado, "durmiendo" el resto, olvidada por completo de ellos.
Pero entonces ¿por qué siempre sucedía igual? ¿Por qué
siempre se casaban a la misma edad?
¿Era un efecto psicológico y solo lo hacían por obsesión?
Además estaba el hecho irrefutable, que tal vez la ciencia
genética podría explicar, que eran los nacimientos, siempre, de
herederos varones.
No se sabía de ninguna mujer que hubiera estado embarazada
de una niña, ni siquiera un embarazo frustrado.
Pero todas cometieron el mismo error: escribían en el Libro
de Crónicas lo que harían para que las futuras esposas
lo leyeran.
"Tal vez por eso Silvia se va salvando -piensa Jorge- tal vez
no ha logrado engañarla, solo que no intenta destruirla
y la casa deja que viva; espero estar aquí dentro de 29 años
para ver qué ocurrirá cuando Willy no aparezca casado
y con un hijo varón. En fin -dijo- ahora solo resta seguir
velando y llevar a los sanadores cada año".
Y así lo hizo, eventualmente su hijo ocupó su lugar para
llevar a cabo ese ritual de protección de una cabaña que nadie
jamás vió.
Todo se realizaba en el más estricto secreto y siempre era
igual: Jorge o su hijo recogían a los sanadores cerca del
aeropuerto de Ezeiza en un vehículo de vidrios oscuros, los
llevaban a las cercanía de la cabaña y los esperaban allí.
Ésto siempre se hacía el 30 de Noviembre, el ritual de sanación
comenzaba a las 3 hrs. de la tarde y terminaba con el
último minuto de las 12 de la noche; 21 días antes del 21 de
Diciembre.
En esa cabaña ignorada por todos, escondida en esa zona
encantada protegida por las manos de Dios, 4 personas
y un cachorrito dormían el sueño de los benditos, esperando
la hora de despertar a la vida, para que el pequeño Willy
tenga espectativas mejores que las de sus antepasados.
Por eso, la abuela Silvia empezó un Diario que debía
tener la misma fuerza positiva de la cabaña, para contrarrestar
a la negativa de la casa y su Libro de Crónicas.
En este Diario, que la abuela comenzó hace 31 años, estaba
el relato de todo lo que la abuela hizo desde que compraron
las tierras para la cabaña, había fotografías y planos con las
fechas de cuando comenzó esta etapa, para que Willy
supiera cómo y cuándo debía continuar para que la
cura fuera completa.
También tenía los nombres de los abogados para que, si Willy
lo deseaba, pudiera enterarse de aquello que, en la cabaña
de sus sueños, la abuela no hablaba ni escribía.
Allí solo se vivía un día al año (ya saben cuál), y ese
era el único día que sus moradores crecían y envejecían, pero
no veían a nadie y nadie los vio jamás.

jueves, 23 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (10º parte) de Adriana Gutiérrez





Jorge Gimenez regresó a su despacho y se sentó a pensar; por
más que buscaba en su mente no encontraba ni lógica ni razón para lo que estaba pasando.
Recordaba su juventud y la época en que conoció a Silvia, cuando él era un estudiante de abogacía y se enamoró de ella, y ella, claro, se enamoró del "hijo de la leyenda" o el "futuro muerto", como lo llamaban los estudiantes.
Cuando Silvia se casó, él también lo hizo con una muchacha
que lo quería desde hacía mucho.
Luego, un día, Silvia apareció.
Estaba embarazada de Carlos y le pidió ayuda porque, dijo:
"creo que encontré la forma de vencer esa maldición".
Le contó que en su primer año de matrimonio revisó todas las
crónicas familiares referentes a las tragedias de los
21 de Diciembre, y descubrió que otras antes que ella, prácticamente todas las mujeres que se casaron con los "hijos
de la leyenda", intentaron de diferentes maneras, acabar
con el poder de la casa, pero siempre en vano.
Hubo mujeres que trataron de quemarla, pero siempre había una lluvia salvadora o un viento tan fuerte que ahogaba al fuego.
Una vez trataron de desarmarla clavo por clavo, remache por remache, con la esperanza de que si la convertían solo
en una montaña de madera, perdería su fuerza; pero cuando
el primero obrero cayó y murió, tuvieron que desistir.
Otras mujeres se iban lo más lejos que podían, encerrándose
con sus esposos e hijos en lugares tan remotos y escondidos
como les era posible, pero cuando llegaba Diciembre lo
olvidaban todo y acudían a la casa para morir en ella.
Hubo una mujer que trató de abortar a su bebé para salvarlo
de su muerte trágica, y no pudo.
Otra quizo evitar el embarazo y tampoco lo logró.
Y una hasta trató de matarse ella misma durante los primeros
meses de gestación y se salvó milagrosamente.
Hace 90 años, la tatarabuela de Carlos habló con la casa
diciéndole que no permitiría que la Nana se llevara
al niño, a ver si se atrevía a matarlo; esa noche la Nana
y el niño desaparecieron, 3 días antes del 21!
Todas las esposas habían escrito allí sus experiencias, todas
habían plasmado en esa antigua crónica sus desesperados
y frustrados planes para vencer a la casa, y todas deseaban
a la siguiente mejor suerte que la suya.
La única que no había escrito nada en el viejo libro era Silvia
y ya había sobrevivido una vez hace 29 años, cuando Jorge
la llevó a la zona bendita donde ella se refugió de la
"llamada siniestra" de la casa.
La teoría de Silvia era que si ella no escribía en el libro
no quedaría "registrada" en la memoria de la casa; y a Jorge
se le ocurrió sacar su fotografía de la "galería de muertos"
que había en el salón.
Sonriendo a medias recordaba el pánico que sintió cuando
se detuvo en lo alto de la escalera con el cuadro bajo
el brazo, preguntándose si la casa le permitiría salir.
"Pero tal parece -piensa ahora- que es muy fácil engañarla; lo
que no quisiera averiguar es qué pasaría si esa
maldita cosa blanca se aviva".

miércoles, 22 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (9º parte) de Adriana Gutiérrez





"Sí, te lo conseguí; mi amigo, el juez, me hizo una broma sobre
un seguro de vida de mi esposa, parece que se imagina
que queremos estafar a la aseguradora.
Bien, el cadaver es una mujer de 50, murió hace 2 días
y nadie va a reclamarla".
"Gracias -dijo Silvia- que venga mi chofer, por favor".
Una secretaria hizo subir al chofer y Silvia lo mandó a fotocopiar un montón de papeles inútiles. Cinco minutos después si
iba en su coche seguida del auto del Dr. Gimenez.
Manejaron hasta las cercanías de la gran casa blanca donde
hay unos barrancos bastante profundos y se detuvieron
bajo unos árboles.
Hablaron un momento y se dirigieron a un pequeño furgón
negro, lo abrieron y miraron adentro.
Luego Silvia fue hasta su coche y abrió la puerta del
conductor, regresó junto a Jorge y entraron al furgón.
En el interior del mismo Silvia se quitó su trajecito, vistieron
con él a la mujer muerta, luego le puso sus lentes, zapatos, bolso y anillos.
Silvia preguntó: ¿le pusieron la emplomadura?"
"Sí -contestó Jorge- pero no habrá autopsia".
"Bueno, Jorge, llévala a mi coche, por favor".
Jorge así lo hizo, cargó a la mujer y la sentó en el asiento
del acompañante y se sentó al volante, retrocedió unos
200 metros por la carretera, para venir a gran velocidad, para
venir zigzagueando y dejando marcas de frenadas
en el asfalto; el auto, que era enorme y pesado, de los
de antes, se bamboleaba peligrosamente, y cuando no tomó la curva, Silvia pensó que su amigo caería por el barranco
arruinando sus planes.
Jorge frenó justo en el borde y luego ámbos empujaron
el coche con la mujer al volante.
Un pequeño dispositivo haría explotar el tanque de
nafta que Silvia había llenado hasta el tope.
"Bueno, Silvia, vámonos -dijo el hombre- aquí están las llaves
del furgoncito, escóndelo detrás de la cabaña y nunca
vuelvas a usarlo".
"Gracias, amigo -dijo ella- no te preocupes que nos volveremos
a ver si logras vivir 31 años más; adiós".
"Y tú no te preocupes por el futuro, duerme tranquila
esos 31 años, Silvia, que todo estará listo para cuando
despiertes; mi hijo se ocupará; adiós".
Se dieron un largo abrazo y luego ella subió al furgoncito
negro y se marchó.Él se retiró en su coche hacia la ciudad.
En el barranco, el auto de Silvia había comenzado a incendiarse.

martes, 21 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (3º parte) de Adriana Gutiérrez






Inmediatamente se abre la puerta y una anciana sonriente
y feliz aparece en el vano, el cachorro atropella a
Willy tirándolo al suelo y lamiendo su carita, el niño ríe
y las 2 mujeres se miran, la mayor dice: "Valeria, gracias
por traerme a mi nieto ¡salvaste su vida!"
"¡Abuela Silvia! -dice la Nana- pero si la enterramos hace
un año!"
"¿Viste mi cadaver? No, ¿verdad? Vengan, entren, el cansancio
que no sintieron lo tendrán después, yo dormí 3 días sin
parar y cuando desperté comí todo lo que encontré en la
heladera, y había de todo!, pero si querés, Valeria, tenés
tiempo de darte una ducha antes, creo que como media hora".
Subieron los 3 y cuando ya la Nana y el niño se habían dormido la abuela Silvia descendió lentamente la escalera, su corazón
se había ensombrecido y sus ojos se llenaron de lágrimas, se
sentó en una mecedora junto a una mesita con una lámpara
encendida, estaba frente a una ventana que formaba un
cuadrado de luz en medio de la noche, eso y la estela blanca
era lo único que se veía desde el monte.
La abuela Silvia se mecía y lloraba escuchando las campanadas
del reloj, oyó dar las 10, las 11 y, antes de que dieran
las 12 de la noche, la abuela Silvia, la Nana, el niño y el
resto de los habitantes de la cabaña habían caído en un sueño
profundo del que les llevaría años despertar.
Si alguien hubiera estado filmando todo ésto desde la
avenida o desde el monte, no hubiera podido explicar
luego la ausencia de imágenes en su película, como
tampoco podría explicar, si sus ojos fueran humanos, por qué
esa cabaña, hace un instante llena de gente, de sonidos
agradable y aromas de comidas, de pronto, con la
última campanada de las 12 de la noche de ese 21 de
Diciembre de 1970, comenzó a transparentarse
hasta desaparecer por completo.
Todo quedó como estaba: el suelo cubierto de hojas
y donde había estado la avenida no se veían rastros de ella; la
vida silvestre siguió su curso y no quedaba en el monte
ninguna memoria de la vida humana que de 7 a 12 de esa
noche, había albergado.


"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (8º parte) de Adriana Gutiérrez





"¿Será diferente esta vez? -preguntó Cacho- ¿crees que
la abuela Silvia lo logró?"
"No sé -le contestó su mujer- si en unos días no hemos tenido
noticias del paradero de Valeria y Willy, es posible
que todo salga bien".
"Bueno -siguió él- yo estoy convencido de que la abuela
Silvia tendría que haberse quedado al márgen para
avisarnos cómo salió todo, eso de que no sepamos dónde
queda la cabaña del sueño..."
"Cacho, a ver si lo entendés, no es "la cabaña del sueño", es
la cabaña "de sus sueños", con la que ella sueña despierta, no
dormida; es algo en lo que la abuela Silvia piensa desde
el día que nació su hijo Carlos, el que va a morir esta noche.
Bien, ese año, la abuela buscó un lugar lejos y lo hizo
bendecir o curar, llevó a esos curas o pastores que tienen
el don de la sanidad, que también la ayudaron a encontrar
el sitio especial, y construyó la cabaña; ahí fue donde se
refugió hace 30 años por eso llegó a ser abuela, pero
no pudo salvar a su esposo que quedó atrapado en el silencio.
Bueno, los sanadores piensan que con el tiempo va
a resultar, porque habiendo otra casa que oponga una fuerza igual pero benéfica, la casa blanca va a empezar
a aflojar, que a lo mejor es lo que desea, solo que no puede, ni
siquiera ella, acabar con la maldición que se echó encima".
Y habiendo dicho ésto, Laura preparó una gran jarra de
café para pasar la noche en vela.

UN AÑO ATRÁS...

La abuela Silvia se levantó muy temprano y salió de su
departamento en un barrio de Bs.As., abajo la esperaba su
chofer para llevarla al estudio del viejo abogado de la
familia, donde también la esperaban.
El Dr. Gimenez en persona le abrió la puerta diciendo:
"¡Silvia, por fin! ¿Pasó algo?"
"No, Jorge -le contestó la abuela- pero ha llegado el momento
de que yo muera, si estoy aquí dentro de un año no podré
sustraerme a... ¡tú ya sabes qué", y la cabaña solo se hace
visible una vez al año, el 21 de Diciembre.
¿Me conseguiste ese cadaver?"

lunes, 20 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (7º parte) de Adriana Gutiérrez





Ese fue el primer niño que se salvó, la casa siempre deja
un sobreviviente para poder saciar una y otra vez
su sed de venganza.
Ella los atrae con una fuerza que no es fácil de resistir, viven
1 año o 2 como una familia normal, y así la casa tiene la
oportunidad de ver gente en su interior, como anhelaba, pero
siempre termina igual, cuando ese niño crece y tiene un
hijo, indefectiblemente va a la casa de sus ancestros
para habitarla, pero solo acude a su cita con la muerte.
Todos se casan a los 30 años, y siguen con su vida hasta que
su primer hijo nace, es ahí cuando el irrefrenable deseo
de ver la antigua casa se despierta, la leyenda que pesa sobre
ella es un imán poderoso, y al poco tiempo están allí
con su primogénito varón, que como sus antepasados, lejos
de la casa lo olvidará todo para así cumplir su trágico destino,
Sí, eso quiere decir que a menos que algo más fuerte
suceda, dentro de 30 años Willy y su esposa correrán la
misma suerte que Norma y Carlos.
Bien -concluyó Laura- son pasadas las 3 y la Nana y el
niño no han regresado; hagan su equipaje y váyanse".
Laura y Cacho se retiraron a su pequeña vivienda de
ladrillos a un costado de la casa grande, y desde allí vieron
como el chofer y las 2 muchachas, 2 horas después, se
iban callados y serios, a contar en sus respectivos hogares
que la vieja leyenda se cumpliría otra vez esta noche.
Nadie se atrevía a acercarse a la casa hasta pasadas las
12 de la noche, pero después, y hasta el alba, los vecinos cercanos
y los no tanto, junto con policías y bomberos que no sería
necesario llamar, llegarían y rodearían la casa para ver
los cuerpos, reconstruir los hechos, conjeturar y agrandar la leyenda. Estarían entrando y saliendo todo el día, y luego, como
tantas otras veces, un abogado cerraría la siniestra mansión
por 30 años más.

domingo, 19 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (6º parte) de Adriana Gutiérrez







De pronto una voz avisó desde afuera que llegaban los novios, y todos se agolparon a ventanas y balcones.
Un carruaje se detuvo y de él bajaron el hermano menor
con su esposa y una pareja jóven.
"Mis habitantes -pensó la casa- ellos me llenarán de risas
de niños y de momentos felices, y tendré recuerdos de historias
de familias como las otras casas".
Pero no fue así, claro, entre brindis y felicitaciones alguien
le preguntó a los novios donde vivirían, y si se instalarían aquí.
"Oh no -dijo la novia- ¿en este mausoleo? jamás! Viviremos en
el centro, en una casa que estamos re-decorando".
El hermano menor, padre de la novia, dijo: "nuestra primera
casa tuvo mala suerte, ninguna de las mujeres la quiso, de
hecho, ésta es la última vez que venimos, está prácticamente
vendida -y bromeando agregó- si es que podemos
deshacernos de ella".
Dicen que las casas tienen un corazón que late al compás
de lo que se vive en ellas, absorbiendo sensaciones
y llenándose, saturándose, y devolviéndolas como en
un reflejo, benéfico o maléfico.
Esta casa solo había recibido sensaciones tristes, abandono
silencio y por último, desprecio.
Tal vez fue demasiado para la casa como sería demasiado
para alguien, máxime cuando había llegado a tal punto
de ilusiones que había olvidado de verdad los antiguos
tiempos solitarios.
Eso hizo que su odio acumulado creciera con nuevos
condimentos y la casa dejó que se expandiera a todos sus
rincones, y así henchida, tuvo el deseo casi humano de
vengarse, en su corazón de casa triste los condenó al
silencio eterno que reinaría en ella desde ahora.
En ese momento dieron las 12 de la noche, era el 21 de
Diciembre de 1700 cuando los sonidos murieron dentro de
la casa.
Los invitados a la boda comenzaron a gritarse atemorizados
por no poder escucharse, los niños y las mujeres lloraban
abrazados y los hombre empezaron a increpar a los dos
hermanos, pidiéndoles explicaciones con ademanes
frenéticos, aterrorizando más a las mujeres y los niños.
Pronto todos huían de la casa golpeándose en su desesperación
y pisando a los más débiles que caían sin poder levantarse;
arrastrándose, algunos alcanzaron la puerta o las ventanas
por las que se tiraban. Luego solo corrían porque sus
carruajes no estaban, los caballos también huían destrozando
todo a su paso, estrellando los carruajes contra los árboles
en su loca carrera.
Un km. más adelante los invitados se detuvieron
agrupándose, pálidos, lastimados y con sus trajes hechos
jirones, miraban espantados hacia la casa, escuchando
los gritos y ruidos de lo que había pasado, que
los alcanzaban ya.
Desde el monte cercano, la Nana y su niño de 2 años
también se habían detenido y escuchaban, intrigados por
ese impulso que los alejó de la casa. Ahora saben.




sábado, 18 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (5º PARTE) DE Adriana Gutiérrez





"¡No -dijo Laura al ver que el chofer iba a hablar- si me interrumpen se terminó el relato; sigo:
más años transcurren y la fama de los 2 hermanos crecía, todo
el mundo los admiraba y todos, si tenían dinero para
pagarla, querían una casa de éstas: hermosa, grande
y blanca, el marco perfecto para formar una familia..., la
familia que esta casa jamás tuvo.
La casa odiaba ser una casa y tener sus raíces tan enterradas
en la tierra.
La casa no sabía nada de los 2 hermanos, ya que habían pasado
muchos años desde la última vez que estuvieron juntos, hasta
que un día aparecieron.
El mayor peinaba sus primeras canas y ámbos se veían
muy felices por algo.
Permanecieron pocas horas y solo fue para traer
carpinteros y materiales. Se planeaba una restauración
total de la casa porque pronto habría una fiesta.
La hija del menor de los hermanos se casaría y todos
vendrían aquí.
La casa sintió su odio disminuir con cada pincelada como si
fueran las caricias de sus manos, pensó que por fin una familia
anidaría entre sus paredes, condenadas al silencio por
tanto tiempo.
Los carpinteros solo usaban la cocina para almorzar
y pasaban la noche en la planta baja en bolsas
de dormir.
Estuvieron 4 meses al cabo de los cuales la casa estaba
más blanca y hermosa que nunca.
Afuera, los jardineros habían plantado infinidad de
arbolitos y arbustos y se habían diseñado gran cantidad
de canteros con flores que ya empezaban a colorear
el parque, y cuando llegó el día de la boda, la casa lucía
espléndida con ese marco multicolor.
Temprano arribó el mayor de los hermanos con su
esposa, hijo, nuera y nieto, un niño de 2 años que estaba
en brazos de su Nana.
Todos vestían trajes de fiesta y no había equipajes por
ningún lado.
Luego y en menos de una hora todos los rincones del
parque quedaron cubiertos de carruajes de toda
clase, y la gente que descendía de ellos entraba a la
casa, se saludaban unos a otros y hacían mucho
alboroto, la música sonaba demasiado fuerte, los niños
corrían por la escalera, las mujeres recibían con gritos
a las que iban llegando y los hombres solo bebían
y hablaban de negocios.


viernes, 17 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (4º parte) de Adriana Gutiérrez





Mientras tanto en la casa del Delta, los padres de Willy vivían
sus últimas horas...El reloj de la sala daba las 2 de la
tarde, una tarde de verano, pesada como la siesta que dormían
en el piso superior Norma y Carlos.
La cocina estaba inundada con los sonidos que hacían las
empleadas lavando la vajilla, dejando caer algo de vez
en cuando, con esa indolencia de la juventud que sabe que
los patrones no entrarán por la puerta a recriminarlos.
El jardinero y el chofer tomaban su café en un pequeño patio interior, y las dos muchachas, terminada ya su tarea, se les
unieron.
Estaban los 4 sentados cuando entra el ama de llaves muy
seria, se sentó y se sirvió café. "¿Y Valeria?" -preguntó una de las chicas. Laura, el Ama de llaves no contestó nada.
"¡Há! -dijo la otra empleada- debe haber salido corriendo con
el chico, como todos los días cuando le ataca..."
Cacho, el jardinero, hombre mayor y esposo de Laura, dijo:
"No le "ataca" nada jovencita, no hable de lo que no sabe, sobre
esta casa pesa una maldición, la maldición del silencio, y la
Nana lo sabe, todas las Nanas en esta familia siempre han salvado a sus niños".
El chofer, que era un hombre jóven y bien parecido, se había
involucrado sentimentalmente con ámbas muchachas, pero
cometió el error de hacerlo al mismo tiempo, por lo que
siempre se mantenía callado cuando las 2 chicas estaban
presentes, pero este tema hacía que todos olvidaran las
diferencias entre ellos y mirando a Laura, preguntó_
"¿De qué se trata la maldita cosa? Ud. y don Cacho hablan
y hablan de eso del silencio pero nunca cuentan nada!"
Todos miraron a Laura, quien, poniendo cara de: ha llegado
el momento, comenzó a hablar así:
"Hace muchos años, tantos que varios siglos
pasaron ya, 2 hermanos, hombres los 2, llegaron a estas
tierras y construyeron esta casa, que era tan hermosa en
aquella época, y tan grande, que todo el mundo quería una
igual, así que ellos, que eran arquitectos, les hicieron casas
a todos sus vecinos, y así fue creciendo su fama y su fortuna.
Su trabajo los llevaba cada vez más y más lejos y pronto
tuvieron que separarse para ocuparse de todo.
Al cabo de unos años era muy poco lo que se veían y a esta
casa la fueron dejando sola, y la casa no se los perdonó nunca.

miércoles, 15 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (2º parte) de Adriana Gutiérrez





La Nana y el niño se incorporaron, ella trató de tomarlo de la
mano para regresar y dijo: "vamos Willy, ya terminó, regresemos a casa." El niño solo la contempló y comenzó a caminar en
sentido contrario. La Nana lo siguió y de nuevo intentó
tomar la mano del pequeño, pero él de nuevo agitó su manito
y otra vez tomó el camino para alejarse más.
Ella lo llamó: "Willy, vamos, debemos regresar antes de las tres!"
El niño la miró con una seriedad que lo hacía más alto y le dijo:
"No Nana, la abuela dijo que nos fuéramos".
Así que ella, asombrada por la determinación de ese
pequeñito, dijo "sí, hagámoslo", y comenzó a caminar y luego
a correr, esta vez detrás del niño que apenas miraba donde ponía los pies, saltaba los troncos y las piedras y no hacía caso de
las ramas que castigaban su rostro. Corrieron horas
y horas, el niño ni una sola vez se dio vuelta a ver a su Nana
que lo seguía sin quejarse ni cansarse.
Dos veces se detuvo para orientarse pero rápidamente
reanudaba su marcha, lo cual no le daba tiempo a la
Nana de preguntarle nada si quería conservar su aliento.
Como a las 7 de la noche el niño se detuvo de golpe; "Nana
-dijo- debemos encontrar el humo de la cabaña del
sueño de la abuela".
Ella se agachó para ponerse a su altura y dijo:
"Willy, la abuela dijo que después de 6 horas aparecería ante nosotros como por arte de magia, y te juro que si no fuera
por lo que acabamos de hacer, pensaría que la pobre
vieja estaba loca".
"Entonces -dijo el niño- busca el lugar que más que te guste"
y le dio un beso, ella lo alzó y se paró diciendo:
"Allá Willy, entre aquellos árboles ¿ves?, tiene una
huerta al costado y atrás pasa un arroyito; delante hay
canteros con flores y la verja es de madera blanca, la
cabaña está hecha de troncos y los escalones de la
entrada son de piedra rosada, tal como la describió la
abuela, y sí Willy, la chimenea debe estar encendida porque
ese pequeño espiral blanco que se eleva es el humo que
decía ella, vamos".
La Nana y el niño iban de la mano, había cada vez más espacio
y los árboles eran cada vez menos; ellos avanzaban mirando
la estela blanca, llegan a un recodo y divisan una luz
en el piso superior, se miran sonriendo y descienden los
últimos 100 metros de monte hasta una avenida que
conduce a la cabaña, caminan por ella y se detienen a unos
pocos pasos.
"Bien -dice la Nana-entremos".
Siempre de la mano pisan el primer escalón de piedra
rosada, se enciende la luz del pórtico; pisan el segundo
y una música comienza a oírse; pisan el tercero, cuarto
y quinto y más luces se encienden, olor de carne horneada
y voces y risas que llegan de la cocina, el ladrido de un cachorro detrás de la puerta y el taconeo de una mujer bajando la escalera.
Willy dice: "¡Es la abuela!"



martes, 14 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (1º parte) de Adriana Gutiérrez






(30 años antes del 2000)

El día amaneció igual a los anteriores, la mañana y el almuerzo
transcurrieron como siempre, con esa calma chicha que solo
el pequeño Willy, de apenas 2 años, sentía.
luego, como a la 1, Norma y Carlos se fueron a dormir y la
mansión quedó en silencio, pero no era el silencio de las
siestas normales de todo el mundo, éste estaba cargado
de amenazas, como si algo terrible estuviera a punto de
ocurrir, algo espantoso que inevitablemente pasaría.
La fiel Nana tomó al pequeño Willy y se alejó de la
mansión, a la izquierda había un sendero empedrado y
la Nana con el niño fueron por él; 150 metros adelante
el sendero se angostó tanto que las malezas de ambos lados
lo estaban cubriendo.
Una desviación, en bajada y con escalones de madera
permitían llegar al embarcadero, donde una lancha
típica del Delta argentino estaba inútilmente
amarrada, ya que la rara quietud fantasmal la había
alcanzado también a ella.
La Nana miró hacia allí, se detuvo observando al
niño, como preguntándole qué hacer y luego, rápidamente
tomó por el sendero casi borrado en el que, cada
tanto, en las partes más empinadas, había 3 ó 4 escalones
de piedra que ella subía con mucha dificultad.
La manito del niño y la de ella, gastada por el
trabajo, de uñas chatas y duras, se asían con fuerza.
La Nana a veces se detenía para espiar sobre su hombro
y escuchar con atención; cuando hace eso, el niño
la mira fijamente, atento a sus reacciones, luego sigue.
Ya no caminan con tanta cautela, se han alejado bastante
y se sienten relativamente a salvo.
"Salimos de él -piensa la Nana- ahora, los ruidos que no
oímos nos alcanzarán".
Se sentó contra un gran árbol y puso al niño en su falda, luego se quitó el poncho y tapó al niño y a ella misma con él, dejando
solo sus rostros a la vista.
En eso, las hojas que tapizaban el suelo comenzaron a moverse y empezaron a llegar los ruidos de la casa: la charla de Norma
y Carlos en el almuerzo, los sonidos de los cubiertos y la
cháchara de los empleados en la cocina, la Nana bañando
a Willy y las risas de sus padres subiendo la escalera; luego, la
Nana sacando a hurtadillas al niño de su habitación, bajando por la terraza para que nadie los viera y luego los pasos y jadeos
de la Nana hasta llegar al árbol grande bajo cuya
sombra se acurrucaban.

domingo, 12 de junio de 2016

NOTA



TAL COMO PROMETÍ, PRONTO ESTARÉ
SUBIENDO MÁS CUENTOS QUE
LLEVAN DÉCADAS ESCRITOS
PERO RECIÉN AHORA PUDE REGISTRAR
ALGO QUE SOLO SE PUEDE HACER
EN BUENOS AIRES, YA QUE NO
HAY OFICINAS DE REGISTRO
DE PROPIEDAD INTELECTUAL CERCA, NI
SIQUIERA EN EL URUGUAY.

A.G. 12/6/2016