- El Sueño de Gabriela -
A la madrugada desperté murmurando, me di cuenta de que estaba sonriendo y de nuevo, blandamente, fui hundiéndome en la tibieza de los sueños para verme a mi y a Simón, ámbos vestidos de ropas blancas y transparentes, largas hasta el suelo, corriendo por el campo, riendo, cayéndonos, levantándonos; luego era una playa de arenas finas y doradas como la piel de Simón, yo entraba al agua cristalina perseguida por él que me daba alcance y juntos salíamos de ella con las ropas pegadas al cuerpo, corríamos al viento y cuando nuestros cuerpos, nuestros vestidos y nuestros cabellos se secaron, entramos en una iglesia cuyas paredes, puertas y ventanas eran blancas, así como los bancos y todas las cortinas, estaba enteramente iluminada por un sol resplandeciente y en ese momento se casaba una pareja, nosotros andábamos entre las personas pero ellos parecían no darse cuenta de nuestra presencia; nos dirigimos hacia el fondo y comenzamos a subir por una estrecha escalera de caracol, llegamos arriba y vimos que era el campanario, nos asomamos por una de las aberturas de las paredes y en ese momento salía el cortejo nupcial, mirarnos y hacerlo fue todo uno: tomamos dos cuerdas cada uno y empezamos a tocar las campanas, eran cuatro y cada una tenía un sonido distinto, todo el aire se llenó de su canto y no quedó en el pueblo una sola persona sin asomarse a su puerta o a su ventana, pronto todo el mundo de hallaba congregado en la pequeña placita frente de la iglesia, todos tenían caras felices y miraban a lo alto, hacia el campanario, la pareja de recién casados y sus acompañantes comenzaron a cantar y al rato el pueblo entero los imitaba a todo pulmón. Dejamos las cuerdas, bajamos las escaleras y salimos por el fondo hacia un prado verde que bajaba cada vez más, a medida que bajábamos aumentaba la vegetación hasta convertirse en arboleda, de pronto, al doblar un recodo, el paisaje cambió por completo. |
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