Las rodillas de su pantalón color arena quedaron verdes, igual que el trasero de mi vestido de hilo blanco, no sé que pensaría cualquiera al vernos volver así, sucios y despeinados, pero lo cierto es que cuando Simón me llevó con los demás y entramos, en ninguno vi reproche o una mirada acusadora, la señora Liza me dijo que fuera a cambiarme y que volviera a divertirme, Simón hizo lo mismo, me dejó en el corredor y allí me esperaba de regreso, en un recodo entre dos tinajas tomó mi cara entre sus manos y dijo: "Gabi, mis padres dicen que tú y yo estamos enamorados desde hace cuatro horas y media, los oí hablar, dicen que les ocurrió igual ¿tú qué crees?" "Simón, me dolió mucho que te rieras de mi, nunca sentí eso de otra persona, pero tú... no lo hagas nunca más"; me besó, tan lentamente se acercó y fue tan suave la caricia de sus labios que casi no llegaba el momento de cerrar los ojos, yo sabía que debía hacerlo, pero no podía si él seguía mirándome así; se separó de mi, se recostó en la pared de enfrente y me observó, yo también lo hice; luego, como en cámara lenta, nos abrazamos apretadamente en medio del corredor; hacía mil años que nos conocíamos... |
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