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jueves, 15 de septiembre de 2016

"EL NARANJO" (23º parte) de Adriana Gutiérrez





Me paro y voy hasta la ventana, asomándome sobre el balcón, hacia la izquierda, puedo ver exactamente el lugar donde Simón y yo quedamos sentados después de que sus padres entraron a la casa, recuerdo que puse allí una planta de violetas para marcar el lugar, cuyas flores adornan desde entonces mi mesa de noche;




Simón me levantó de la mano y me llevó a la hamaca, diciendo:
"esta noche no estaremos aquí, así que tengamos nuestra "charla" ahora ¿quieres? Nos sentamos y tuvimos uno de los momentos más dulces de nuestra vida, estábamos a menos de dos horas de dar un paso importante, y nuestros espíritus se hallaban conmovidos por tal acontecimiento, eso hacía que todas nuestras palabras y gestos se refirieran siempre al mismo tema: nosotros mismos.
Tan absortos estábamos que el tiempo pasó y seguíamos allí, ajenos a todo lo que no fuera nuestro amor.
Vuelvo al interior del dormitorio regocijándome en el pensamiento de que el presente es igual que entonces; me recuesto, cierro los ojos y oigo a Simón que entra...

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Como se aproximaba el momento de cambiarnos y no volvíamos, Liza mandó por nosotros a Margarita.
"Chicos -dijo Liza- si no se apuran ésto se convertirá en un tradicional casamiento lleno de esperas y nervios; Bruno tenía pensado filmar algo en los minutos previos para no perder el sol frente a la casa; "Gabi -me dijo cuando Simón se había ido a su dormitorio- vistamos entre las dos a las niñas, así mientras Margarita cuida que no estropeen sus vestidos, nos cambiamos nosotras", fuimos al dormitorio de las gemelas y comenzamos a ponerles unos primorosos trajes blancos, idénticos, le pedí a Liza que les dejara el cabello suelto y accedió cuando las niñas prometieron no correr para no despeinarse, luego llegó Margarita, ya cambiada y sin uniforme para llevarse a Manuela y Jimena, y cuando las tres salieron Liza me habló así:
"Gabi querida, ven, sentémonos, quiero que sepas que Bruno y yo nos sentimos muy felices este día, en estas cuatro semanas que llevas viviendo con nosotros hemos aprendido a quererte, nos parece que te conocimos siempre y es una suerte, una bendición del cielo que te cases con nuestro hijo, a él, a Simón, no lo entenderás siempre, con el tiempo verás que es alegre a veces y melancólico otras, no todos los días volverá igual del campo, pero si tú tienes con él un poco de paciencia, comprenderás que los inconvenientes en su trabajo son la causa de su mal humor, cuando eso suceda, déjalo, no le preguntes nada, solo quédate junto a él, Gabi, siempre junto a Simón, muchas veces necesitará pensar en silencio, tú no le hables ni desesperes porque no será por tí ¿entiendes, hija?"

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