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sábado, 17 de septiembre de 2016

"EL NARANJO" (25º parte) de Adriana Gutiérrez





En el living encontramos a Bruno que estaba impaciente esperando "¡ya era hora -dijo- de que apareciera alguna novia!
Los muchachos están nerviosos, tus hermanos, Gabi, han estado tratando de espiar en los dormitorios de las chicas ¡menos mal que Simón no tuvo esa ocurrencia!" Liza y yo nos echamos a reír y Bruno dijo: "¡con que la tuvo, eh, por eso madrugaron y se vistieron temprano! Ven, Gabi, retrocede y camina despacio, te filmaré, quería hacerlo afuera pero es imposible debido a los muchachos, ahora, eso es, mira la ventana para que tu rostro salga luminoso, Liza, enciende aquella lámpara, gracias; Gabi, muévete hacia ella, párate un momento junto a la chimenea y toca algo ¡muy bien! ahora siéntate en ese sillón, Liza, únete a ella ¡bien! -dijo, cortando la filmación- ¡Margarita, trae a las niñas!"
Aparecieron éstas con cara de estar deseando un poco de acción, cuando me vieron prorrumpieron en exclamaciones de gozo.
"Niñas -dijo don Bruno- quiero que ambas, de la mano de Gabi, salgan de detrás del cantero, con cuidado bajarán los escalones y, rodeando la mesa ratona se sentarán en el sofá, cada una a un lado de ella ¿entendieron bien?"
"¡Sí, papá" -dijeron, y fuimos detrás del cantero.
A través de las flores rosadas don Bruno comenzó a filmar y fue girando la cámara lentamente a medida que nosotras avanzábamos pasando junto a él, en ese momento apuntó a mi cara, dimos vuelta a la mesita y llegamos al sofá, nos sentamos muy juntas y como no cortaba, abracé a las pequeñas que me besaron.
Cortó justo cuando apareció Maruja, con sus ojos grises más expresivos que nunca, tratando de reprimir sus emociones, nos quedamos mirando, las dos sabíamos lo que estábamos pensando, corrí a su encuentro y nos abrazamos apretadamente; nos volvimos, don Bruno estaba filmando la escena y de pronto gira la cámara hacia la izquierda, allí estaba parada Val, hermosa y delicada "¡vayan hacia ella! -dino don Bruno- separense para no cubrirla", llegamos a su lado, la tomamos de las manos como antes hicieron las gemelas conmigo y avanzamos hacia don Bruno que retrocedía, nos fuimos juntando cada vez más y al bajar los escalones estábamos abrazadas por la cintura; lentamente, alcanzamos a Liza y a las gemelas para formar con ellas, según don Bruno, el más blanco y hermoso ramo viviente.





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