Con toda seguridad que Liza sabía muy bien cuanta falta me harían sus palabras en el futuro, y este tiempo que vendría me hizo comprender a mi cómo conocía ella a su hijo y cuánto deseaba que fuéramos felices, gracias a haberla escuchado me ahorré muchas penas y sinsabores, cuando Simón llegaba del campo cansado y sin deseos de hablar, quedándose por horas sentado con la vista fija en ninguna parte, recordaba los deseo de Liza y no dejaba que se apoderara de mi la tristeza, nunca, en esos momentos, llegué a pensar que Simón no me amaba, y eso, como tantas cosas buenas, se lo debo a ella.
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Cuando Liza me dejó sola para que vistiera mi traje de novia, estaba mi ánimo tan lleno de agradecimiento hacia esa maravillosa mujer, que mis movimientos eran lentos a causa de la emoción, sobreponiéndome a ella me quité el vaquero, la camisa y me descalcé, junto a la cama estaban las sandalias con florcitas, sobre ésta, prolijamente extendido, el sencillo vestido de encajes, me calcé, y pareciéndome que era la protagonista de un sueño, levanté el traje sobre mi cabeza deslizándolo hacia abajo, su caricia fresca se ajustó a mi cuerpo, deseando verme caminé hasta el espejo del corredor, a medida que me acercaba iba más despacio y cuando aparecí ante mis propios ojos nombré a Simón, tan deslumbrada estaba en mi propia contemplación que no vi a Liza que se aproximaba "¡Gabi, mira si aparece Simón!" -dijo, arrastrándome de nuevo a mi habitación; ella no sabía cuán acertada estaba, pues Simón venía detrás de ella y oyendo sus palabras se apuró para verme, yo corrí al baño y Liza quedó en la puerta con los brazos abiertos, Simón dijo: "Gabi está ahí ¿eh? vamos mamá, déjame entrar". Al oír ésto me paré sobre la bañera y corrí la cortina que la cubre, el siguiente paso sería saltar por la ventana, solo que el baño no la tenía, Liza dijo: "¡Vete, Simón, espera afuera con los demás!" "Pero mamá -dijo él- rompamos la tradición, quiero verla ¿comprendes? eres mi madre ¿no?" "Para ser tu madre -dijo ella- antes tuve que ser mujer y casarme, por eso te digo que no pasarás, vete y espera donde convinimos, no quiero verte espiando por los corredores". "Está bien -dijo Simón- me la pagarán las dos", escuché los pasos de ambos dirigirse al dormitorio y los de Liza regresando, salí y nos echamos a reír, luego me senté en una butaca frente a la cómoda para que ella me pusiera los azahares en el pelo, eran de "nuestro naranjo", recién cortadas por sus manos; cuando la última florecilla estuvo prendida me hizo dar la vuelta, en su expresión pude ver que estaba complacida del trabajo realizado y entonces, a las 11,30 hrs. exactamente, salimos al corredor. |
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