Comencé a caminar muy despacio mirando a Simón que no quitaba sus ojos de mi, estábamos a 20 pasos de distancia y él también empezó a caminar hacia nosotros, seguido de Pancho y Max, lentamente nos fuimos acercando, cuando quedamos a dos metros solté las manos de las gemelas y tomé las de Simón que se extendían hacia mi, me besó y luego me ofreció su brazo para dirigirnos hacia el lugar de la ceremonia, detrás nuestro venía Liza con las niñas de la mano, luego Val y Pancho y por último Maruja y Max.
Bajo la pérgola habían colocado un caballete cubierto por un mantel de hilo blanco almidonado, detrás de éste se hallaba sentado el juez y enfrente había, alineadas en semicírculo y en dos hileras, 12 sillas, en las 6 de adelante nos ubicamos las tres parejas,
Simón y yo en el centro, en la fila de atrás se sentaron las gemelas, Liza y Bruno, Diego y Margarita que eran testigos.
Aunque sabíamos de memoria lo que el juez iba a decir y las preguntas que debíamos contestar, era muy grande la emoción que nos embargaba, por turno nos fuimos parando para casarnos, repitiendo juntos lo que cada pareja había elegido; Pancho y Val fueron los primeros, eran los novios más "antiguos" y dijeron, para sellar su unión, esta pequeña prosa que Val tenía guardada desde hacía 4 años:
"Nada te exigiré, lo que tú me des estará bien para mí
"Nada te exigiré, lo que tú me des estará bien para mí
siempre te daré lo mejor de mí y siempre estaré junto a ti".
Cuando Pancho besó los labios de Val me dije que nunca los había visto besarse y qué hermosos quedaban haciéndolo.
Les tocaba el turno a Maruja y Max, se pusieron de pie y escucharon al juez rígidos, ellos prefirieron repetir las palabras de rigor ya que no hubo tiempo para escribir nada, y cuando se besaron sentí una alegría inmensa de verlos juntos al fin.
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