Nos dirigimos por una de las puertas que comunican el estar con las dependencias de la familia atravesando un ancho corredor cuyo único adorno era un gran espejo ovalado, un par de sillas tapizadas con cretona y varias tinajas con plantas para interiores, llegamos a la esquina del corredor y doblamos a la derecha, a la izquierda estaban las habitaciones de los esposos Matienzo; las niñas se adelantaron abriendo una puerta igual a las demás pero más angosta, entramos y pude comprobar que la exquisitez era el era el don principal de la señora Liza. Sin duda nos encontrábamos en mi habitación, ya que constaba de una cama colonial de tipo italiano, como todos los muebles de la casa, cubierta con un cobertor blanco que era una espuma, la mesita de luz se componía de un diminuto cajoncillo sostenido por cuatro columnas como las de la cama, había una butaca tapizada en terciopelo blanco, una cómoda con cajones y en la pared, sobre la cómoda, colgaban tres espejos, dos de ellos mobibles, el ropero estaba a la derecha y junto a él la puerta que comunicaba con el baño, en la pared de la izquierda se hallaba la comunicación con la habitación de las niñas, estas dos puertas y la del baño de las niñas eran blancas, solo eran marrones las que daban a los corredores; las gemelas me arrastraron a su habitación, que era igual a la mía solo que con dos camas y para salir debían pasar por mi cuarto. |
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