"Las luces del primer piso empezaron a apagarse, oía como Héctor y sus chicos cerraban ventanas y bajaban por la escalera, Héctor se ofreció a llevarme (¡hermosa camioneta!) pero rechacé la oferta porque tenía para rato; me dijo que el gas de la cocina estaba conectado y que una de las hornallas andaba al pelo, que había te, café, yerba y azucar, y que usara lo que quisiera, pero o no tenía ganas de nada. Cuando se fueron todavía era de día, aunque la luz ya empezaba a declinar, continué trabajando porque de cualquier manera tendría que emprolijar a la luz del sol. Solo que ese pedazo central de pared parecía tener aún más exceso de pintura que el resto. Debajo de todo, una gruesa capa de pintura negra, al aceite, apareció ante mis ojos. Entonces no tuve más remedio que prender la luz, que estaba en el otro extremo. Muy fastidiado camino hasta la perilla y la bajo, y si en ese momento hubiera tenido un presentimiento, algo parecido a un escalofrío corriéndome por la columna, eso que siempre salva a los protagonistas en las novelas, mi tranquila vida hubiera sido siendo tranquila, porque yo hubiera salido disparando sin mirar atrás. Pero miré! De lo que vi en esa maldita pared negra aún hoy no puedo hablar sin estremecerme violentamente, eso que llaman horror se me pegó a la espalda y era frío y mojado, dejé de sentir las piernas pero en compensación mi garganta crecía y me ardía, las siluetas que parecían escapar de algo trataban de salir de la pared, corrían y corrían hacía mí con sus expresiones desesperadas, los ojos llenos de pánico, se caían y se levantaban y seguían corriendo para alejarse de eso que yo no alcanzaba a ver detrás, y que al acercarse, con ese tesón incansable que tiene el mal, aumentaba de tamaño acortando la distancia entre él y sus perseguidos. Pronto fue de la altura de los niños que la mujer llevaba de la mano; y crecía, crecía. Como en sueño, como en una pesadilla, me di cuenta que me había resbalado hasta el suelo, y si hubiera tenido el valor de salir de la casa, mi cuerpo laxo no me hubiera dejado. La vista se me nublaba de a ratos y creo que me desmayaba y me recuperaba para seguir mirando, paralizado, esa película de espanto que la pared proyectaba". |
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