"Empezamos a desenrollar las alfombras que eran seis, dos tenían paisajes de profundidad, lagos y bosques en primer plano y montañas a lo lejos; dos eran abstractos, más bien geométricos y de colores fuertes; los dos restantes eran casi lisos, uno mostraba diminutas manchas alargadas, como estrías negras sobre un fondo gris claro, el otro tenía motas color arena sobre un marrón africano. "¡Menos mal! -exclamó Héctor- estos cuatro permiten una excelente combinación de cortinas para dar a los ambientes la calidez que ellos quieren ¡ya va a ver como queda!" Héctor estaba entusiasmado, hacía que sus hombres sostuvieran los tapices subidos a dos escaleras, un tapiz después de otro, hasta que por fin se decidió por los abstractos que ocuparían, uno, el centro de una pared, y el otro, el extremo de un largo muro donde, la verdad, iba a quedar muy bien. "Dejaré los paisajes de profundidad para habitaciones más pequeñas -dijo Héctor- así las agrandaré. Me gustaría que empezara por ese muro, Juan ¿le importa? Entonces cuando quiera". "Y así fue como me metí en el lío más peliagudo de mi vida, la pared que Héctor quería que decapara primero era el muro largo y su aspecto era desastroso, no parecía que un profesional hubiera trabajado allí, los distintos colores, que eran cinco, habían sido puestos sin esperar que la mano anterior se secara, y mostraba claramente que por lo menos dos personas aficionadas habían manejado los pinceles, que tampoco eran los adecuados. "Un trabajo de apuro -me dije- y qué color horrible!" El azul de arriba estaba mezclado con el verde, que a su vez se mexcló con un naranja, quedando amarronado y sucio, muy deprimente. De verdad, ese muro no tenía nada que ver con el resto de la casa, y como dijo Héctor, "parece el pariente pobre de las otras paredes", empapeladas con motivos agradables o pintadas de colores claros. Como yo tenía en mi rastrojero todo lo necesario me puse a acarrear cosas, Héctor y su gente desaparecieron en el piso de arriba con más tapices y yo me quedé solo, me subí a la escalera y empecé, a la tarde volvería con mi hijo Martín, que en vacaciones "trabaja", y un peón que seguramente sería su amigo Alejandro. Pero ya que estaba decidí quedarme por el resto de la mañana y trabajar un poco, sin sospechar lo cerca que estaba de la muerte, sin imaginar que en pocas horas más se abriría un abismo bajo mis pies, y más aún, sin adivinar ni remotamente que sería yo mismo quien levantaría el telón para dar comienzo a una obra macabra que esperaba
su protagonista". |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario