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sábado, 30 de julio de 2016

"LAS SOMBRAS EN LA PARED" (20º parte) de Adriana Gutiérrez







En contra de lo que Héctor quería, el vestíbulo fue la última
habitación que decoró, desde el fondo de los garajes 
salió, para ocupar su lugar en la casa, por tanto tiempo
perdido, la macisa puerta de incienso lustrado, con sus pequeños
vitraux ovales, que cambiaban el lugar dándole vida y luz.
La esposa del ricacho hizo traer muchas plantas y el parque
fue restaurado; cuando llegamos para la boda de 
Edgardo, tres meses después, el vestíbulo estaba exuberante de helechos y caña malaca, con los que se creaba un ambiente claro y alegre, totalmente opuesto al que había tenido, oscuro y triste.
Un año más tarde leímos la noticia en los diarios: el ricacho y 
su esposa viajaban a un país de Asia para acompañar el cuerpo
del padre de la señora, muerto en su residencia durante la
noche; también serían repatriados los restos de su primera
esposa y sus hijos gemelos, que fallecieran en un accidente
de avión hace 60 años, a quienes acompañaba un anciano
mayordomo; y una semana después otra noticia ilustrada con
fotos de los cuatro ataúdes transportados por cuatro carrozas
de lujo.
Pero el último coche, el que llevaba ese cajón negro y brillante
no guardaba los restos del asesino, era el que nosotros sacamos
de su nicho improvisado, y descansaría en la cripta familiar
junto a quienes él murió por salvar.
Yo seré un pintor ignorante por falta de escuela, pero estoy
seguro que si existe alguien con un exacto sentido de la
justicia, es el ricacho.
Esos pobres muertos han tenido que viajar por todo el mundo
para beneficio de los vivos, y ahora descansan en el lugar que les 
pertenece, cerca de la familia verdadera, que elevará por ellos
plegarias sentidas y pondrá en sus tumbas flores
de su propio jardín. Y así es la vida ¿no?



- F I N -




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