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lunes, 27 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (14º parte) de Adriana Gutiérrez





La abuela y la Nana desayunaban junto al fuego, la mayor de
las dos mujeres, dijo: "sé que ese siniestro llamado no puede
ser detenido por paredes ni ventanas cerradas, pero Dios ha
puesto su mano en este lugar para proteger la vida, y no creo
que nos dejara llegar hasta aquí para abandonarnos ahora".
"Sí, abuela -dijo la Nana- yo estoy tan segura de eso como
de que hay Dios, esta mañana sentí algo distinto a los
otros 21, y no es porque sea el último, sino porque al despertar
supe algo con toda certeza".
"¿Sí? ¿Y qué es?" preguntó la abuela.
"Willy no despertará hoy abuela, no lo hará, seguirá en ese
sueño profundo hasta que el día muera y la casa se
canse de llamarlo. Tal vez mañana, o pasado, o la semana
que viene; y también sé, abuela, que cuando Willy
abra sus ojos el peligro habrá pasado para siempre.
Abuela, -dijo la Nana luego de un rato- soñé que Willy se
casaba y tenía una nena; la primera mujer..."
En Bs.As., los pocos que sabían estaban pasando el peor
día de sus vidas, porque era la primera vez que una
verdadera esperanza de revertir la maldad los había
movilizado tanto.
Nadie hablaba, solo se miraban serios, se paraban, luego
se sentaban, alguien encendía un cigarrillo o se
servía una copa; las bandejas con bocadillos estaban
intactas, los teléfonos seguían descolgados, salvo
uno privado cuyo nº solo Silvia y un detective conocían.
Y allí fue donde Jorge clavó su mirada.
Mario había llegado un rato antes porque no podía esperar
en su casa, su madre y su esposa lo acompañaban.
Sonó un timbre y Jorge dijo: "son los caseros".
Mario abrió la puerta y los hizo pasar, venían con
cara de: "no soportamos allá..."
"Pasen -dijo Jorge- no se preocupen, entendemos
y los esperábamos".
Al rato estaban los 3 matrimonios haciendo lo mismo
que hacían cada uno en su casa: durante horas repitieron
los gestos, miradas y ademanes.
Ninguno tenía sueño y ninguno tenía hambre, solo fumaban
y tomaban café o un trago.
Hacía varios minutos que dieron las 12 de la noche y no
llamaba el detective que contrataron para vigilar la casa.
"No se han animado -dijo Mario- te dije que no irían".
"Sí fueron -dijo su padre- están fascinados con la
leyenda, instalaron cámaras y aparatos cazafantasmas
en 2 vehículos y están allá desde ayer; monitorean toda
el área y todos los accesos a la casa, pero no tienen nada
para captar sonidos, aislaron lo más posible ámbos vehículos
y tienen sus oídos tapados con tapones especiales, por
eso no llamarán hasta abandonar la zona, y aunque haya
pasado la media noche, no se irán de allí hasta que amanezca.
"Y todavía falta" -dijo Mario suspirando.

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