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viernes, 24 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (11º parte) de Adriana Gutiérrez





Silvia creía que la casa solo estaba "conciente" el día
señalado, "durmiendo" el resto, olvidada por completo de ellos.
Pero entonces ¿por qué siempre sucedía igual? ¿Por qué
siempre se casaban a la misma edad?
¿Era un efecto psicológico y solo lo hacían por obsesión?
Además estaba el hecho irrefutable, que tal vez la ciencia
genética podría explicar, que eran los nacimientos, siempre, de
herederos varones.
No se sabía de ninguna mujer que hubiera estado embarazada
de una niña, ni siquiera un embarazo frustrado.
Pero todas cometieron el mismo error: escribían en el Libro
de Crónicas lo que harían para que las futuras esposas
lo leyeran.
"Tal vez por eso Silvia se va salvando -piensa Jorge- tal vez
no ha logrado engañarla, solo que no intenta destruirla
y la casa deja que viva; espero estar aquí dentro de 29 años
para ver qué ocurrirá cuando Willy no aparezca casado
y con un hijo varón. En fin -dijo- ahora solo resta seguir
velando y llevar a los sanadores cada año".
Y así lo hizo, eventualmente su hijo ocupó su lugar para
llevar a cabo ese ritual de protección de una cabaña que nadie
jamás vió.
Todo se realizaba en el más estricto secreto y siempre era
igual: Jorge o su hijo recogían a los sanadores cerca del
aeropuerto de Ezeiza en un vehículo de vidrios oscuros, los
llevaban a las cercanía de la cabaña y los esperaban allí.
Ésto siempre se hacía el 30 de Noviembre, el ritual de sanación
comenzaba a las 3 hrs. de la tarde y terminaba con el
último minuto de las 12 de la noche; 21 días antes del 21 de
Diciembre.
En esa cabaña ignorada por todos, escondida en esa zona
encantada protegida por las manos de Dios, 4 personas
y un cachorrito dormían el sueño de los benditos, esperando
la hora de despertar a la vida, para que el pequeño Willy
tenga espectativas mejores que las de sus antepasados.
Por eso, la abuela Silvia empezó un Diario que debía
tener la misma fuerza positiva de la cabaña, para contrarrestar
a la negativa de la casa y su Libro de Crónicas.
En este Diario, que la abuela comenzó hace 31 años, estaba
el relato de todo lo que la abuela hizo desde que compraron
las tierras para la cabaña, había fotografías y planos con las
fechas de cuando comenzó esta etapa, para que Willy
supiera cómo y cuándo debía continuar para que la
cura fuera completa.
También tenía los nombres de los abogados para que, si Willy
lo deseaba, pudiera enterarse de aquello que, en la cabaña
de sus sueños, la abuela no hablaba ni escribía.
Allí solo se vivía un día al año (ya saben cuál), y ese
era el único día que sus moradores crecían y envejecían, pero
no veían a nadie y nadie los vio jamás.

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