(30 años antes del 2000)
El día amaneció igual a los anteriores, la mañana y el almuerzo transcurrieron como siempre, con esa calma chicha que solo el pequeño Willy, de apenas 2 años, sentía. luego, como a la 1, Norma y Carlos se fueron a dormir y la mansión quedó en silencio, pero no era el silencio de las siestas normales de todo el mundo, éste estaba cargado de amenazas, como si algo terrible estuviera a punto de ocurrir, algo espantoso que inevitablemente pasaría. La fiel Nana tomó al pequeño Willy y se alejó de la mansión, a la izquierda había un sendero empedrado y la Nana con el niño fueron por él; 150 metros adelante el sendero se angostó tanto que las malezas de ambos lados lo estaban cubriendo. Una desviación, en bajada y con escalones de madera permitían llegar al embarcadero, donde una lancha típica del Delta argentino estaba inútilmente amarrada, ya que la rara quietud fantasmal la había alcanzado también a ella. La Nana miró hacia allí, se detuvo observando al niño, como preguntándole qué hacer y luego, rápidamente tomó por el sendero casi borrado en el que, cada tanto, en las partes más empinadas, había 3 ó 4 escalones de piedra que ella subía con mucha dificultad. La manito del niño y la de ella, gastada por el trabajo, de uñas chatas y duras, se asían con fuerza. La Nana a veces se detenía para espiar sobre su hombro y escuchar con atención; cuando hace eso, el niño la mira fijamente, atento a sus reacciones, luego sigue. Ya no caminan con tanta cautela, se han alejado bastante y se sienten relativamente a salvo. "Salimos de él -piensa la Nana- ahora, los ruidos que no oímos nos alcanzarán". Se sentó contra un gran árbol y puso al niño en su falda, luego se quitó el poncho y tapó al niño y a ella misma con él, dejando solo sus rostros a la vista. En eso, las hojas que tapizaban el suelo comenzaron a moverse y empezaron a llegar los ruidos de la casa: la charla de Norma y Carlos en el almuerzo, los sonidos de los cubiertos y la cháchara de los empleados en la cocina, la Nana bañando a Willy y las risas de sus padres subiendo la escalera; luego, la Nana sacando a hurtadillas al niño de su habitación, bajando por la terraza para que nadie los viera y luego los pasos y jadeos de la Nana hasta llegar al árbol grande bajo cuya sombra se acurrucaban. |
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