La Nana y el niño se incorporaron, ella trató de tomarlo de la mano para regresar y dijo: "vamos Willy, ya terminó, regresemos a casa." El niño solo la contempló y comenzó a caminar en sentido contrario. La Nana lo siguió y de nuevo intentó tomar la mano del pequeño, pero él de nuevo agitó su manito y otra vez tomó el camino para alejarse más. Ella lo llamó: "Willy, vamos, debemos regresar antes de las tres!" El niño la miró con una seriedad que lo hacía más alto y le dijo: "No Nana, la abuela dijo que nos fuéramos". Así que ella, asombrada por la determinación de ese pequeñito, dijo "sí, hagámoslo", y comenzó a caminar y luego a correr, esta vez detrás del niño que apenas miraba donde ponía los pies, saltaba los troncos y las piedras y no hacía caso de las ramas que castigaban su rostro. Corrieron horas y horas, el niño ni una sola vez se dio vuelta a ver a su Nana que lo seguía sin quejarse ni cansarse. Dos veces se detuvo para orientarse pero rápidamente reanudaba su marcha, lo cual no le daba tiempo a la Nana de preguntarle nada si quería conservar su aliento. Como a las 7 de la noche el niño se detuvo de golpe; "Nana -dijo- debemos encontrar el humo de la cabaña del sueño de la abuela". Ella se agachó para ponerse a su altura y dijo: "Willy, la abuela dijo que después de 6 horas aparecería ante nosotros como por arte de magia, y te juro que si no fuera por lo que acabamos de hacer, pensaría que la pobre vieja estaba loca". "Entonces -dijo el niño- busca el lugar que más que te guste" y le dio un beso, ella lo alzó y se paró diciendo: "Allá Willy, entre aquellos árboles ¿ves?, tiene una huerta al costado y atrás pasa un arroyito; delante hay canteros con flores y la verja es de madera blanca, la cabaña está hecha de troncos y los escalones de la entrada son de piedra rosada, tal como la describió la abuela, y sí Willy, la chimenea debe estar encendida porque ese pequeño espiral blanco que se eleva es el humo que decía ella, vamos". La Nana y el niño iban de la mano, había cada vez más espacio y los árboles eran cada vez menos; ellos avanzaban mirando la estela blanca, llegan a un recodo y divisan una luz en el piso superior, se miran sonriendo y descienden los últimos 100 metros de monte hasta una avenida que conduce a la cabaña, caminan por ella y se detienen a unos pocos pasos. "Bien -dice la Nana-entremos". Siempre de la mano pisan el primer escalón de piedra rosada, se enciende la luz del pórtico; pisan el segundo y una música comienza a oírse; pisan el tercero, cuarto y quinto y más luces se encienden, olor de carne horneada y voces y risas que llegan de la cocina, el ladrido de un cachorro detrás de la puerta y el taconeo de una mujer bajando la escalera. Willy dice: "¡Es la abuela!"
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario