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miércoles, 15 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (2º parte) de Adriana Gutiérrez





La Nana y el niño se incorporaron, ella trató de tomarlo de la
mano para regresar y dijo: "vamos Willy, ya terminó, regresemos a casa." El niño solo la contempló y comenzó a caminar en
sentido contrario. La Nana lo siguió y de nuevo intentó
tomar la mano del pequeño, pero él de nuevo agitó su manito
y otra vez tomó el camino para alejarse más.
Ella lo llamó: "Willy, vamos, debemos regresar antes de las tres!"
El niño la miró con una seriedad que lo hacía más alto y le dijo:
"No Nana, la abuela dijo que nos fuéramos".
Así que ella, asombrada por la determinación de ese
pequeñito, dijo "sí, hagámoslo", y comenzó a caminar y luego
a correr, esta vez detrás del niño que apenas miraba donde ponía los pies, saltaba los troncos y las piedras y no hacía caso de
las ramas que castigaban su rostro. Corrieron horas
y horas, el niño ni una sola vez se dio vuelta a ver a su Nana
que lo seguía sin quejarse ni cansarse.
Dos veces se detuvo para orientarse pero rápidamente
reanudaba su marcha, lo cual no le daba tiempo a la
Nana de preguntarle nada si quería conservar su aliento.
Como a las 7 de la noche el niño se detuvo de golpe; "Nana
-dijo- debemos encontrar el humo de la cabaña del
sueño de la abuela".
Ella se agachó para ponerse a su altura y dijo:
"Willy, la abuela dijo que después de 6 horas aparecería ante nosotros como por arte de magia, y te juro que si no fuera
por lo que acabamos de hacer, pensaría que la pobre
vieja estaba loca".
"Entonces -dijo el niño- busca el lugar que más que te guste"
y le dio un beso, ella lo alzó y se paró diciendo:
"Allá Willy, entre aquellos árboles ¿ves?, tiene una
huerta al costado y atrás pasa un arroyito; delante hay
canteros con flores y la verja es de madera blanca, la
cabaña está hecha de troncos y los escalones de la
entrada son de piedra rosada, tal como la describió la
abuela, y sí Willy, la chimenea debe estar encendida porque
ese pequeño espiral blanco que se eleva es el humo que
decía ella, vamos".
La Nana y el niño iban de la mano, había cada vez más espacio
y los árboles eran cada vez menos; ellos avanzaban mirando
la estela blanca, llegan a un recodo y divisan una luz
en el piso superior, se miran sonriendo y descienden los
últimos 100 metros de monte hasta una avenida que
conduce a la cabaña, caminan por ella y se detienen a unos
pocos pasos.
"Bien -dice la Nana-entremos".
Siempre de la mano pisan el primer escalón de piedra
rosada, se enciende la luz del pórtico; pisan el segundo
y una música comienza a oírse; pisan el tercero, cuarto
y quinto y más luces se encienden, olor de carne horneada
y voces y risas que llegan de la cocina, el ladrido de un cachorro detrás de la puerta y el taconeo de una mujer bajando la escalera.
Willy dice: "¡Es la abuela!"



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