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martes, 21 de junio de 2016

"LOS HIJOS DE LA LEYENDA" (3º parte) de Adriana Gutiérrez






Inmediatamente se abre la puerta y una anciana sonriente
y feliz aparece en el vano, el cachorro atropella a
Willy tirándolo al suelo y lamiendo su carita, el niño ríe
y las 2 mujeres se miran, la mayor dice: "Valeria, gracias
por traerme a mi nieto ¡salvaste su vida!"
"¡Abuela Silvia! -dice la Nana- pero si la enterramos hace
un año!"
"¿Viste mi cadaver? No, ¿verdad? Vengan, entren, el cansancio
que no sintieron lo tendrán después, yo dormí 3 días sin
parar y cuando desperté comí todo lo que encontré en la
heladera, y había de todo!, pero si querés, Valeria, tenés
tiempo de darte una ducha antes, creo que como media hora".
Subieron los 3 y cuando ya la Nana y el niño se habían dormido la abuela Silvia descendió lentamente la escalera, su corazón
se había ensombrecido y sus ojos se llenaron de lágrimas, se
sentó en una mecedora junto a una mesita con una lámpara
encendida, estaba frente a una ventana que formaba un
cuadrado de luz en medio de la noche, eso y la estela blanca
era lo único que se veía desde el monte.
La abuela Silvia se mecía y lloraba escuchando las campanadas
del reloj, oyó dar las 10, las 11 y, antes de que dieran
las 12 de la noche, la abuela Silvia, la Nana, el niño y el
resto de los habitantes de la cabaña habían caído en un sueño
profundo del que les llevaría años despertar.
Si alguien hubiera estado filmando todo ésto desde la
avenida o desde el monte, no hubiera podido explicar
luego la ausencia de imágenes en su película, como
tampoco podría explicar, si sus ojos fueran humanos, por qué
esa cabaña, hace un instante llena de gente, de sonidos
agradable y aromas de comidas, de pronto, con la
última campanada de las 12 de la noche de ese 21 de
Diciembre de 1970, comenzó a transparentarse
hasta desaparecer por completo.
Todo quedó como estaba: el suelo cubierto de hojas
y donde había estado la avenida no se veían rastros de ella; la
vida silvestre siguió su curso y no quedaba en el monte
ninguna memoria de la vida humana que de 7 a 12 de esa
noche, había albergado.


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