"Sí, te lo conseguí; mi amigo, el juez, me hizo una broma sobre un seguro de vida de mi esposa, parece que se imagina que queremos estafar a la aseguradora. Bien, el cadaver es una mujer de 50, murió hace 2 días y nadie va a reclamarla". "Gracias -dijo Silvia- que venga mi chofer, por favor". Una secretaria hizo subir al chofer y Silvia lo mandó a fotocopiar un montón de papeles inútiles. Cinco minutos después si iba en su coche seguida del auto del Dr. Gimenez. Manejaron hasta las cercanías de la gran casa blanca donde hay unos barrancos bastante profundos y se detuvieron bajo unos árboles. Hablaron un momento y se dirigieron a un pequeño furgón negro, lo abrieron y miraron adentro. Luego Silvia fue hasta su coche y abrió la puerta del conductor, regresó junto a Jorge y entraron al furgón. En el interior del mismo Silvia se quitó su trajecito, vistieron con él a la mujer muerta, luego le puso sus lentes, zapatos, bolso y anillos. Silvia preguntó: ¿le pusieron la emplomadura?" "Sí -contestó Jorge- pero no habrá autopsia". "Bueno, Jorge, llévala a mi coche, por favor". Jorge así lo hizo, cargó a la mujer y la sentó en el asiento del acompañante y se sentó al volante, retrocedió unos 200 metros por la carretera, para venir a gran velocidad, para venir zigzagueando y dejando marcas de frenadas en el asfalto; el auto, que era enorme y pesado, de los de antes, se bamboleaba peligrosamente, y cuando no tomó la curva, Silvia pensó que su amigo caería por el barranco arruinando sus planes. Jorge frenó justo en el borde y luego ámbos empujaron el coche con la mujer al volante. Un pequeño dispositivo haría explotar el tanque de nafta que Silvia había llenado hasta el tope. "Bueno, Silvia, vámonos -dijo el hombre- aquí están las llaves del furgoncito, escóndelo detrás de la cabaña y nunca vuelvas a usarlo". "Gracias, amigo -dijo ella- no te preocupes que nos volveremos a ver si logras vivir 31 años más; adiós". "Y tú no te preocupes por el futuro, duerme tranquila esos 31 años, Silvia, que todo estará listo para cuando despiertes; mi hijo se ocupará; adiós". Se dieron un largo abrazo y luego ella subió al furgoncito negro y se marchó.Él se retiró en su coche hacia la ciudad. En el barranco, el auto de Silvia había comenzado a incendiarse. |
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