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viernes, 11 de diciembre de 2015

RENACIMIENTO




    Y cuando Virgo consiguió asirse con desesperación al borde del pozo donde había pasado toda la noche, miró para abajo, a la horda de fantasmas que lo habían atormentado en la negrura; se paró tambaleante en la hierba mojada de rocío, temblándole las piernas, sangrándole las manos; en la cara sucia una loca, feroz, triunfal expresión; miró al horizonte: el sol nacía, una a una fueron desapareciendo las estrellas, se palpó el alma y vio que estaba hecha jirones; sus enemigos, los miedos, aullaban desde el fondo del pozo. Lentamente empezó a caminar hacia la mancha roja del sol, sorprendido, vio que el alma se le llenaba de sensaciones claras, fuertes, nuevas para él, ocupando el lugar que dejaran los fantasmas; se encontró inundado de una extraña placidez, blanda y embriagadora como el perfume de los jazmines azules.
        "¡Lo logré -se dijo borracho de felicidad- soy libre! ahora construiré una casa, me casaré con una ilusión inmaculada y colgaré mi libertad en la puerta para que mis amigos puedan entrar a través de ella".  
        Sin mirar atrás se alejó hacia su futuro. En el pozo, los gemidos se fueron apagando y en el horizonte, un punto negro se destacaba sobre el resplandor del sol.

                                              - FIN -

                            Adriana Gutiérrez

                                      Invierno de 1988

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