El Higo Errante.
Higo Errante estaba harto. No es que se considerara superior pero se sabía necesario, indispensable. Este su destino de no tener destino acabó, francamente, de aburrirlo. "No es posible -se decía- que yo tenga que estar en todo".
Al principio hasta le gustaba su trabajo, con el bosque desbordante de vegetación y esas inmensas soledades todas suyas. Pero lo que más extrañaba del principio era el silencio milenario; "haberlo sabido al principio" -se quejaba.
Así y todo no dejaba de acudir a donde lo llamaran; lo malo es que él era el único. Tanto se habían acostumbrado a consultarlo que nadie salía o entraba sin su presencia. "Alguien debería relevarme -pensaba- tanto ir y venir me marea".
Higo Errante está realmente viejo y cansado, el bosque ha crecido y el trabajo es cada vez más; el árbol de sus ancestros ha quedado tan lejos en el tiempo, que Higo Errante desespera de volver alguna vez a sus ramas.
El aguacero le pone un velo a sus pensamientos; la caliente humedad que se levanta desdibuja las imágenes que pueblan sus recuerdos. "Solo por volver al principio sería capaz de empezar de nuevo -dice- aunque luego me viera en esta situación otra vez".
En más de una ocasión había intentado cambiar de trabajo pero no encontraba sustituto, nadie quería atarse con laburo tan absorbente, y la voz del deber era algo que Higo Errante se sentía incapaz de desoir.
"Si bien es un trabajo liviano -le había dicho un higo aspirante- no tiene horario fijo; pero todo lo que tienes que hacer es constatar entradas y salidas -se defendió Higo Errante- ¿dónde encontrarás otro más seguro? No, no -dijo el higo aspirante- prefiero algo a lo que pueda renunciar, eso de contratarme para siempre no me gusta nada".
Unas semanas después Higo Errante recibió una visita, era un higo que habitaba la parte antigua del bosque y le traía noticias de su árbol: "por allá todo está igual -dijo- mucho silencio y soledad, las cosas se hacen lentamente a causa del atraso, pero lo importante es no detenerse; si -dijo Higo Errante- al final, tomar conciencia es vital".
Y diciendo ésto hizo pasar a su huésped; en cuanto el higo visitante entró, Higo Errante salió, cerró cuidadosamente el círculo y se fue.
F I N
Adriana Gutiérrez
OTOÑO-1988
Nota de la autora:
A casi 30 años de haberlo escrito este cuento aún me resulta extraño, pero siempre me dejo atrapar por la magia de lo ancestral. En este caso la higuera simboliza a los seres primitivos, bajos y retorcidos, en cambio el hombre actual es como el árbol de navidad con todas sus luces intelectuales, coronado por una estrella.-
Qué gusto conocer tu blog, tu espacio creativo, querida Adriana. Un fuerte abrazo desde Chile.
ResponderBorrarMuchas gracias, aprecio mucho tu comentario Jorge Muzam!!
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